lunes, 13 de octubre de 2014

Justicia Divina. Francisco Haghenbeck.



Como primer texto, a los jóvenes lectores de secundaria les dimos para leer una novela gráfica: Justicia divina, de Francisco Haghenbeck1 exitoso escritor mexicano que tiene una larga trayectoria en el mundo de la narrativa gráfica. Esta historia fue editada por el Departamento de Letras de la UIA, un caso insólito, pues todavía hay quien cree que las entidades académicas sólo editan obras de teoría o de crítica.
¿Qué es Justicia divina? Como se indica en el Prólogo es una “historia híbrida” (Chimal) entre narrativa escrita y narrativa gráfica, el autor hace un constructo irónico y paródico de las historias sobrenaturales, muy atrás subyacen leyendas e historias de terror. Mas esta obra no sólo convoca fantasmas y aparecidos, también coquetea con nuestra realidad con sus problemas, de todos es conocido la violencia que azota a México y cómo se ensaña con los jóvenes, principalmente. El protagonista es testigo de los miedos y terrores de nuestros días, de nuestras noches, como bien dice el texto “esta ciudad ya tiene sus propios espectros: asaltos, policía, secuestros, gobernantes… […] hoy da más miedo la cotización del dólar que el Coco.” (27) Seres que nos angustian y fastidian más que la Llorona, el Monje Loco, el Chupacabras, el Hombre Lobo o la Mujer Vampiro. Víctor Serrano Bellosilo, nuestro narrador principal, se auto representa: “Soy conservador, católico, virgen y me gusta Luis Miguel, lo sé, estoy jodido de por vida. Pero no podía aspirar a más. No sólo nací con el don de la oscuridad, sino con el estigma de ser clase media.” (12).

El espíritu irónico inunda los vericuetos del libro, así como las calles, edificios y antros representados en un juego de espejos que reformula la realidad. El creador teje con la ambigüedad, la ruptura de las formas y los géneros.
El autor también deconstruye la imagen prototípica del Diablo, en un guiño que divierte, sin dejar de alertar al lector sobre la absurda trascendencia de la revelación que le hace el demonio a Víctor, quien comenta más tarde: “no me dijo nada nuevo. Yo esperaba que me resolviera la vida, que me explicara la razón de mi don. El porqué de la vida que se ríe de nosotros.
Pero como todo lo malo, la única razón es porque sí. Pero comprendí por qué le decían El Diablo… Me dejó con una cuenta de un capuchino de cien pesos. Y esos precios sí son un pecado.” (95).

Cuando presentamos el libro en marzo de este año, en la Feria de Minería del D. F., el Salón de la Academia estaba lleno de jóvenes que conocían al autor y querían saber de su nuevo texto, de hecho, se vendieron casi todos los volúmenes. Haghenbeck nos dedicó el texto a todos y cada uno de nosotros, dibujando al detective de lo paranormal (su álter ego) que habla con los fantasmas igual que con los vivos.
Este efecto de la obra nos llevó a seleccionarlo para que lo leyeran nuestros estudiantes de secundaria y aunque esperábamos que les gustara, no dejó de sorprendernos su reacción, les habíamos pedido que leyeran sólo una primera secuencia, pero cuando fuimos a charlar con ellos nos encontramos con tres que ya lo habían terminado y que hablaban de él con gran entusiasmo contagiando a sus compañeros, les había producido risa el lenguaje con sus dobles sentidos, a veces rudo, que se usa entre los jóvenes, entendían las alusiones a los maleantes y al mundo obscuro de lo siniestro, de hecho uno comento que hablaba de “los miedos de día y de los miedos de noche”. Del placer del texto, derivaron de manera natural y sencilla a la comprensión y, sobre todo, a la apropiación en sus vidas y en su mundo.


1 Haghenbeck, F. 2013. Justicia Divina. Mexico, D.F.: Universidad Iberoamericana.

sábado, 4 de octubre de 2014


La lectura “es muy importantísima”

Esta opinión sobre la lectura fue escrita por una joven de 14 años que participó en nuestra encuesta sobre la lectura. En el cuestionario, se les pidió que escribieran su opinión sobre la lectura. La idea de que la lectura es “importante” se refleja en la mayoría de las opiniones proporcionadas por los 250 encuestados, alumnos de 2º y 3º de secundaria en dos escuelas de gobierno. Entonces, según ellos, ¿para qué es “muy importantísima” la lectura? Todavía no tenemos las estadísticas exactas, pero resulta obvio que para la mayoría, la lectura es importante como herramienta para “leer mejor”, “aprender”, “obtener conocimientos/información”, “desarrollar la comprensión”, “escribir correctamente”,  “ayudar en la ortografía” o “con beneficios cultos”.  Fueron muy pocos los que mencionaron que es “divertida” o cuyas respuestas reflejaran gusto o placer. Otras respuestas simplemente indicaron que es “aburrida”, “no es para mí” y/o que no tienen tiempo para dedicarle a los libros.

Las opiniones sobre la lectura son casi idénticas a las que expresaron los 90 jóvenes que participaron en el estudio original y respondieron a la misma indicación cuando se aplicó el cuestionario en 1992. Esto fue lo que yo escribí en el análisis de estas opiniones en mi tesis:

A pesar de que estas opiniones son breves, las contradicciones y la repetición de ciertas palabras e ideas son significativas, tales como las palabras “útil” y “conocimiento”. Los adjetivos utilizados más frecuentemente fueron “aburrido”, “interesante” y “bonito”; los verbos fueron “sirve”, “enseña”  y “aprende” y el objetivo de estas acciones era obtener “cultura”, “conocimientos”, “vocabulario” y “ortografía”.  Las opiniones parecen reflejar la idea que la lectura es un medio para lograr un objetivo y no como un fin en sí misma, en términos de Rosenblatt,* se refieren a una lectura “eferente”. Estos comentarios mostraron que los adolescentes reconocieron la “utilidad” de la lectura y los libros eran relacionados con actividades escolares y el aburrimiento. Parece haber una identificación casi total de la lectura como una actividad curricular, una obligación, pero no como una actividad que puede ser divertida y entretenida.

Casi 25 años más tarde, se repite este escenario aunque parece que la cuestión de “tener tiempo” para la lectura se ha vuelto más problemática: en ese entonces la lectura competía sobre todo con la televisión; ahora compite también con la computadora, las redes sociales digitales, el teléfono celular, las películas y/o videos, el i-pod y los videojuegos, entre otros. En lo que parece una actitud contradictoria, muchos jóvenes apuntaron que recurren a la lectura cuando están “aburridos” y no hay nada más que hacer.

Estos no son resultados sorprendentes, lo que sorprende es que existen algunos lectores jóvenes que se toman el tiempo para leer un libro y tienen una opinión favorable de esta actividad, no por su “utilidad”, sino por el placer que les proporciona. El placer se manifiesta sobre todo en la palabra “divertido” y en la idea de que estimula la imaginación. En la reciente encuesta, las respuestas que nos ayudan a entender lo que quieren decir con esto son las que describen por qué les gustó un libro en particular, es decir, las respuestas que no se refieren a la “importancia” de la lectura sino a la lectura “significativa”. Las respuestas más elaboradas tienen que ver con libros particulares que adquirieron un significado personal, ya sea sobre sus relaciones con otros, la búsqueda de su identidad, sus cuestionamientos acerca de la vida (o la muerte), entre otras cosas que preocupan a un adolescente del siglo 21, pero que también preocuparon a los jóvenes hace casi  un cuarto de siglo. La lectura significativa les provocó curiosidad,  los “llevó al mundo de la fantasía”, involucró sus sentimientos y las emociones, tuvo que ver con la “identificación” con los personajes o con la distracción de sus propios problemas. De nuevo, las respuestas son casi idénticas a las mencionadas en la encuesta original.

En el estudio original se trabajó con jóvenes que se describieron como “poco lectores”.  Leímos y discutimos tres libros juveniles, seleccionados con la idea de que trataban de temas que les podían interesar, con personajes jóvenes y con lenguaje accesible: El mundo de Ben Lighthart de Jaap ter Haar (1983, Ediciones SM); No pidas sardinas fuera de temporada de Andreu Martin y Jaume Ribera (1988, Alfaguara) y El ladrón de Jan Needle (1993, Fondo de Cultura Económica). Casi todos los participantes expresaron su gusto por estas lecturas ya que se habían entretenido y divertido, sobre todo porque pudieron relacionarse o involucrarse de alguna manera con los personajes. En la conclusión a la tesis, esto fue lo que escribí:

El resultado más satisfactorio de la investigación fue que algunos alumnos manifestaron un placer en haber terminado y disfrutado un libro y el deseo de continuar leyendo.

En los siguientes blogs hablaremos no sólo sobre los resultados más específicos de la encuesta, sino también sobre los tres libros que escogimos para la investigación actual. A diferencia del primero estudio, sólo uno de los tres es una novela, los otros dos son textos con imágenes: una novel gráfica y un libro álbum. Por lo pronto, parece que la novela gráfica ha sido un éxito, varios de los lectores lo han calificado como “chido”. Como dijo Juan Domingo Argüelles, editor y autor de varios ensayos sobre la lectura, en una de las mesas magistrales durante el Congreso de IBBY en México, “si un chico dice que un libro es ‘chido’, ya la hiciste.”

La pregunta es, entonces, ¿puede un libro ser “muy importantísimo” y “chido” a la vez?

*Rosenblatt, L.M. (1978). The Reader, the Text and the Poem: The Transactional Theory of the Literary Work, Carbondale, Ill.: Southern Illinois University Press.

 

ENGLISH TRANSLATION

Reading is “very much important”

This opinion about reading was written by a young girl of 14 who participated in our reading survey. In the questionnaire, we asked them to write their opinion about reading. The idea that reading is “important” is reflected in the majority of the opinions given by the 250 respondents, students in second and third year from two government secondary schools.

So, according to them, why is reading “very much” important? We still do not have the exact statistics, but it is obvious that for the majority, reading is important mainly as a tool to “read better”, “learn”, “obtain knowledge/information”, “develop comprehension”, “write correctly”, “help with spelling” or “with cultural benefits”. There were only a few mentioned that it was “fun” or whose answers reflected a sense of enjoyment or pleasure. Other replies simply indicated that it was “boring”, “not for me” and/or that they did not “have time” to spend with books.

These opinions about reading are almost identical to those expressed by the 90 young people who participated in the original study and replied to the same request when the questionnaire was applied in 1992. This is what I wrote in the thesis when I analysed these opinions:

Although these opinions are brief, the contradictions and the repetition of certain words and ideas are significant, like the words "useful" and "knowledge". The adjectives used most frequently were "boring", "interesting" and "nice"; the verbs were "serve", "teach" and "learn" and the object of these actions were "culture", "knowledge", "vocabulary" and "spelling". These opinions seem to reflect the idea that reading is a means to achieve an objective and not an end in itself, in Rosenblatt's terms, they are talking about "efferent" reading.* These comments show that adolescents recognized reading as "useful" and equated books with school activities and boredom. There seems to be an almost total identification of reading as a curricular activity, as an obligation, but not as an activity that can be fun and entertaining.

Almost 25 years later, this scenario is repeated, although it seems that the issue of “having time” to read has become more problematic: at that point in time, reading competed mainly with television; now it also competes with the computer, digital social networks, cell phones, films and/or videos, i-pods and other music gadgets and videogames, among others. In what appears to be a contradiction, many young people wrote that they read when they were “bored” and had nothing else to do.

These results are not particularly surprising, what is surprising is that there are some young readers who take the time to read a book and have a favorable opinion of this activity, not because it is “useful”, but because of the enjoyment they derive from it. This pleasure is manifested mainly in the word “fun” and the idea that it stimulates the imagination. In the more recent survey, the responses that help us understand what they mean by this are the ones in which they describe why they liked a certain book, in other words, the responses that don’t refer to the “importance” of reading but to a “significant” text. These usually more elaborate replies were about particular books that had a personal significance, whether this was about relationships with others, their own search for identity, questions about life (or death), among the other things that preoccupy an adolescent in the 21st century, but that also preoccupied young people nearly a quarter of a century ago. Significant texts provoked their curiosity, took them “to the world of fantasy”; involved their emotions and feelings; and had to do with “identifying” with the characters or distracting them from their problems. Once again, the replies are almost identical to those mentioned in the original survey.

In the original study, I worked with young people who described themselves as reading only “a little”. We read and discussed three YA books, selected with the idea that they were about themes that could interest them, with characters their age and accessible language. These were the Spanish translations of The World of Ben Lighthart by Jaap ter Haar (1983, Ediciones SM); Don’t Ask for Sardines out of Season  by Andreu Martin y Jaume Ribera (1988, Alfaguara) and The Thief  by Jan Needle (1993, Fondo de Cultura Económica). Almost all the participants expressed their liking for these books. They found them “fun” and “entertaining” mostly because they had been able to relate to or become involved with the characters in some way. This is what I wrote in the conclusion of the thesis:

The most satisfying result of the research was that a few students manifested a pleasure in having finished and enjoyed a book and a desire to continue reading.

In the next blogs we will write not only about the more specific results of the survey but also about the three books that we chose for our current research. One of the differences between the projects is that in the first one all three were novels but in the current one, two of the texts have images, one is a graphic novel and one is a picturebook. We have started reading the graphic novel and so far it has been a success. Several readers have described it as “cool”. As Juan Domingo Argüelles,  editor and also author of many essays on  reading, said at one of the panel discussions during the IBBY Congress in Mexico, “if a kid says that a book is ‘cool’, you’ve done it”.

The question is, then, can a book be “very much important” and “cool” at the same time?

*Rosenblatt, L.M. (1978). The Reader, the Text and the Poem: The Transactional Theory of the Literary Work, Carbondale, Ill.: Southern Illinois University Press.