Como
primer texto, a los jóvenes lectores de secundaria les dimos para
leer una novela gráfica: Justicia
divina,
de Francisco Haghenbeck1
exitoso escritor mexicano que tiene una larga trayectoria en el mundo
de la narrativa gráfica. Esta historia fue editada por el
Departamento de Letras de la UIA, un caso insólito, pues todavía
hay quien cree que las entidades académicas sólo editan obras de
teoría o de crítica.
¿Qué
es Justicia divina? Como se indica en el
Prólogo es una “historia híbrida” (Chimal) entre narrativa
escrita y narrativa gráfica, el autor hace un constructo irónico y
paródico de las historias sobrenaturales, muy atrás subyacen
leyendas e historias de terror. Mas esta obra no sólo convoca
fantasmas y aparecidos, también coquetea con nuestra realidad con
sus problemas, de todos es conocido la violencia que azota a México
y cómo se ensaña con los jóvenes, principalmente. El protagonista
es testigo de los miedos y terrores de nuestros días, de nuestras
noches, como bien dice el texto “esta ciudad ya tiene sus propios
espectros: asaltos, policía, secuestros, gobernantes… […] hoy da
más miedo la cotización del dólar que el Coco.” (27) Seres que
nos angustian y fastidian más que la Llorona, el Monje Loco, el
Chupacabras, el Hombre Lobo o la Mujer Vampiro. Víctor Serrano
Bellosilo, nuestro narrador principal, se auto representa: “Soy
conservador, católico, virgen y me gusta Luis Miguel, lo sé, estoy
jodido de por vida. Pero no podía aspirar a más. No sólo nací con
el don de la oscuridad, sino con el estigma de ser clase media.”
(12).
El
espíritu irónico inunda los vericuetos del libro, así como las
calles, edificios y antros representados en un juego de espejos que
reformula la realidad. El creador teje con la ambigüedad, la ruptura
de las formas y los géneros.
El
autor también deconstruye la imagen prototípica del Diablo, en un
guiño que divierte, sin dejar de alertar al lector sobre la absurda
trascendencia de la revelación que le hace el demonio a Víctor,
quien comenta más tarde: “no me dijo nada nuevo. Yo esperaba que
me resolviera la vida, que me explicara la razón de mi don. El
porqué de la vida que se ríe de nosotros.
Pero
como todo lo malo, la única razón es porque sí. Pero comprendí
por qué le decían El Diablo… Me dejó con una cuenta de un
capuchino de cien pesos. Y esos precios sí son un pecado.” (95).
Cuando
presentamos el libro en marzo de este año, en la Feria de Minería
del D. F., el Salón de la Academia estaba lleno de jóvenes que
conocían al autor y querían saber de su nuevo texto, de hecho, se
vendieron casi todos los volúmenes. Haghenbeck nos dedicó el texto
a todos y cada uno de nosotros, dibujando al detective de lo
paranormal (su álter ego)
que habla con los fantasmas igual que con los vivos.
Este
efecto de la obra nos llevó a seleccionarlo para que lo leyeran
nuestros estudiantes de secundaria y aunque esperábamos que les
gustara, no dejó de sorprendernos su reacción, les habíamos pedido
que leyeran sólo una primera secuencia, pero cuando fuimos a charlar
con ellos nos encontramos con tres que ya lo habían terminado y que
hablaban de él con gran entusiasmo contagiando a sus compañeros,
les había producido risa el lenguaje con sus dobles sentidos, a
veces rudo, que se usa entre los jóvenes, entendían las alusiones a
los maleantes y al mundo obscuro de lo siniestro, de hecho uno
comento que hablaba de “los miedos de día y de los miedos de
noche”. Del placer del texto, derivaron de manera natural y
sencilla a la comprensión y, sobre todo, a la apropiación en sus
vidas y en su mundo.
1
Haghenbeck, F. 2013. Justicia Divina. Mexico, D.F.:
Universidad Iberoamericana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario