Entre la
investigación original en los años 1990s y la nueva investigación en 2014, una
de las transformaciones más obvias en las prácticas lectoras de los adolescentes
se debe al uso cada vez más extendido de aparatos digitales con pantalla. Aun
cuando las estadísticas nos dicen que solamente hay computadoras en el 35.8% de
los hogares en México y sólo 3 de cada 10 hogares cuenta con acceso a Internet,
más del 90% de la población entre 10 y 18 años se conecta a la Red de forma
habitual(1). En México, como en otros países, esta conectividad ha contribuido
a la emergencia de nuevas culturas juveniles donde convergen prácticas lectoras
híbridas y multimodales. Abordar el tema de la lectura en pantalla es por lo
tanta imprescindible para quienes observamos y pretendemos comprender hacia
dónde se dirigen las nuevas generaciones en cuanto a la educación y la cultura.
Casi desde el
inicio de la extensión masiva de los dispositivos electrónicos y los medios
digitales, los investigadores se dieron cuenta de que era imposible aislar las
prácticas digitales (“digital literacies”) de otras prácticas, relacionadas con
la lectura literaria, la cultura popular y de consumo. Los “enlaces” se han
extendido de forma rizomática conforme se han ido creando otras formas de comunicación,
redes sociales y sitios en la Red, junto con nuevos modelos de “marketing” de
productos culturales tales como los libros o el cine. Las posibilidades de
búsqueda, participación y creación han permitido a muchos jóvenes expresarse y
relacionarse a través de múltiples plataformas y de modos íntimamente ligados a
la conformación de sus identidades, valores y creencias. Para los
investigadores de la lectura y la literatura infantil y juvenil se abrió un
inmenso campo de estudio sobre la manera en que estos temas encajan y se
transforman dentro de un mundo digital. Es un campo que apenas comenzamos a
explorar, espoleados por preguntas que, dado el vertiginoso paso de los
cambios, requieren de una continua reformulación.
La tarea entonces
va más allá de mantenerse al tanto de las novedades en la tecnología, plataformas
o aplicaciones, ya que implica una preocupación sobre las preguntas que son y
seguirán siendo realmente significativas. Ya algunas de las investigaciones de
principios del siglo nos parecen caducas (por ejemplo, los estudios sobre los
primeros CD-Rom educativos), sin embargo, hay muchos estudios que continúan
proporcionando reflexiones pertinentes, además de los nuevos estudios que se enfocan
a temas cada vez más específicos. (2)
En la encuesta y
los talleres de lectura llevados a cabo en
el 2014 en las dos secundarias mexicanas, era evidente que teníamos que abordar
el tema de la lectura en pantalla, sin embargo, no era nuestra intención
intentar abarcar el tema de las prácticas digitales sino simplemente sondearlo para
ver, primero, qué tipos de prácticas mencionaban y segundo, qué relación tenía
la lectura en pantalla con la lectura en la página. Todavía se sabe muy poco de
lo que sucede en México en esta área y queríamos aprender directamente de los
jóvenes. Para esta entrada del blog, sólo mencionaremos lo que descubrimos en
cuanto a algunos de los “mitos” acerca del tema de la lectura en pantalla,
según las opiniones de los “nativos digitales”, las cuales parecen reflejar las
opiniones encontradas de la generación de “migrantes digitales”.
Los “Ríos de
lectura” (ver entrada del 9 de diciembre de 2014), nos permitieron hacer una
lista de los medios digitales que los adolescentes utilizaban en su vida diaria,
entre ellos, WhatsApp, Facebook, Messenger. Como era de esperarse, los alumnos
de la escuela urbana utilizaban los medios digitales más extensamente y con más
frecuencia que los alumnos de la escuela en la zona más rural debido al acceso a
los aparatos y al Internet. En ambas escuelas, sin embargo, las opiniones
coincidieron y mostraron una percepción polarizada de los beneficios y perjuicios tanto por parte de los alumnos como
por parte de los maestros.
Los
participantes expresaron lugares comunes en cuanto a los “peligros” del uso de
los medios digitales y de la lectura en pantalla, por ejemplo, notaron que hay
virus y sitios “indebidos”, que la interacción social en línea puede ser
aislante y que la lectura en pantalla “afecta la concentración”. Curiosamente,
el perjuicio más mencionado fue el “daño a la vista”.
Por otro lado, estaban
al tanto de los “beneficios” que el mundo digital aporta a la lectura, por
ejemplo, mencionaron que podían buscar información sobre autores, obtener
reseñas y recomendaciones, localizar y descargar textos (muchos gratis). Jorge, quien dijo leer sólo en iPad, nos contó
que lee no sólo textos científicos sino también obras clásicas y
contemporáneas, desde Hamlet hasta Divergente. Aun los alumnos “menos
lectores” en cuanto a libros impresos, estaban conscientes de la necesidad de
leer en pantalla para entender, por ejemplo, cómo funcionan ciertos
videojuegos.
Durante el
proyecto, sin que nosotras les indicáramos que lo hicieran, los estudiantes comenzaron
a buscar información en la Red acerca de los autores y los libros que estábamos
leyendo para los talleres, sobre Francisco Haghenbeck (autor de Justicia Divina – ver entrada del 13 de
octubre de 2014), por ejemplo, pero sobre todo acerca de Laura Gallegos, ya que
su sitio incluye una variedad de opciones que complementan y extienden la serie
de Memorias de Idhún, y permiten la
interacción con otros “fans” y con la propia autora. En el transcurso del
proyecto los participantes descubrieron también a los “booktubers”, los jóvenes
que se hacen un video recomendando libros en YouTube, algunos de los cuales
tienen miles de seguidores (3).
Durante las
sesiones, surgieron comentarios discrepantes en cuanto a algunos aspectos, por
ejemplo si era más fácil encontrar el significado de una palabra en una
pantalla o en el diccionario, si era es más fácil concentrarse o distraerse,
reflexionar o perderse en la lectura.
Las opiniones
encontradas también las encontramos al hablar con las maestras. Por un lado, se
refirieron al hecho de que la tecnología digital “nos ha ganado” - como si
participaran en una batalla entre el libro impreso y la pantalla. Dijeron que
la pantalla distrae de la lectura, que era más difícil hacer una lectura
“precisa”, que no siempre era “correcta” o “adecuada” la información que surge
de la Red. Por otro lado reconocieron que hay maneras de “aprovechar” al mundo
digital para la enseñanza: “Los
maestros no le hemos sabido sacar provecho a usar el Facebook o las películas o
los videos de YouTube, toda la tecnología que los jóvenes tienen”.
Notaron que era posible crear nuevas estrategias para acercarse a la
lectura a través de la pantalla; como sugirió una maestra, “Podríamos decirles:
a ver, todos con su celular aquí, todos con su YouTube, órale, en 10 minutos
busquen un libro y lo compartimos”.
También reconocieron que los maestros no siempre
están al tanto de las nuevas habilidades de los jóvenes y lo que pueden hacer
con ellas: “De hecho si te das cuenta cuando hay actividades y presentan sus
videos, sus presentaciones las editan tan bien que hasta parecen profesionales.”
Cerramos esta entrada con un comentario de uno
de los estudiantes, el cual, al responder a nuestra pregunta sobre qué temas le
gustaría leer en la clase de Español, dijo:
“Estaría chido
un libro de Facebook” (4)
Nos parece que esta respuesta de Jorge resultó
ser revelador en cuanto a lo que implica sobre esa convergencia entre el mundo
digital y el de la palabra impresa, ya que pone evidencia el deseo de leer
sobre los temas más cercanos a la vida adolescente - una red social digital- pero a la vez sitúa el tema dentro del medio
más tradicional del libro. De esta forma, Jorge nos recuerda que, en cuanto a
las “nuevas” prácticas lectoras, ni las divisiones son tan tajantes como nos
imaginamos, ni la “nueva” generación de lectores es tan distinta a las nuestra.
(2) Por ejemplo, el trabajo de Jackie Marsh y Guy Merchant en el Reino
Unido, el de Margaret Mackey y Jennifer Rowsell en Canadá o el de James Paul
Gee en EU. En España, Gemma Lluch ha trabajado el tema y la próxima publicación
del equipo de GRETEL de la Universidad Autónoma de Barcelona se centra en este
tema.
En 2014, un encuentro de “booktubers” en la Biblioteca Vasconcelos en la
Ciudad de México, a cargo de Daniel Goldin, mostró el éxito de esta forma de
recomendar y hablar de libros entre los jóvenes. En el número reciente sobre
Literatura Infantil y Juvenil, en La palabra y el hombre (Universidad
Veracruzana, julio-agosto 2015), Marco Antonio López M. afirma que la comunidad
“booktuber” en México es la número uno en América Latina (p.81).
(4) En México, “chido” es una expresión coloquial de los jóvenes para
referirse a algo que les gusta mucho, el equivalente a “cool” en inglés.
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