Mural
pintado por estudiantes sobre un muro escolar
En el
proyecto “Transformaciones Lectoras” nos encontramos comenzando una fase de análisis
más profundo de las conversaciones que tuvimos con los estudiantes sobre sus
prácticas lectoras y sobre la manera en que construyeron los significados en la
lectura de los tres libros. La re-lectura de las transcripciones me ha llevado
a reflexionar sobre la manera en que hacemos preguntas cuando trabajamos con
jóvenes y sus lecturas y sobre las preguntas mismas. Todos sabemos el valor de
una buena pregunta y aunque a continuación me refiero sobre todo al papel que
juegan las preguntas en una investigación, creo que la reflexión puede ser
relevante también para maestros, bibliotecarios, padres de familia y cualquier
persona que actúa como medidor entre libros y lectores.
Desde la
época socrática, los filósofos han empleado la pregunta como base para
estimular al pensamiento libre y crítico; incluso la “Filosofía para niños” es
un método que se centra en la comunidad de indagación donde, entre otras cosas,
los participantes aprenden a formular buena
preguntas. El preguntar tiene muchas funciones: en el caso de la investigación
tiene que ver con la inquietud medular que impulsa el proyecto y con obtener
información de los participantes; en el caso de la pedagogía, tiene que ver (o
debería tener que ver) con estimular el razonamiento y la reflexión. Por lo
tanto, una investigación ética en un contexto educativo tiene que considerar el
impacto de la investigación en cuanto a la pedagogía y es por esto que nuestro proyecto “Transformaciones lectoras” se
basó en la idea de talleres en donde se estimula el diálogo colectivo en vez de
las entrevistas formales y en el uso de preguntas (y estrategias visuales) que
tienen un potencial educativo. Quizá parezca obvio pero es fácil tomar por
sentado el hecho de que en los contextos educativos tradicionales es el adulto
quien tiene el “derecho” a hacer preguntas y el niño o joven, la “obligación”
de responder - y de cierta manera.
En una
investigación académica también existe este desequilibrio de poder, no sólo
porque los investigadores son adultos trabajando con el permiso de las autoridades
relevantes, sino también porque normalmente tienen cierto nivel académico y
están respaldados por una universidad. Los jóvenes pueden sentirse obligados a
contestar las preguntas y, quizá, a contestar lo que creen que el investigador quiere escuchar. Por el contrario, algunos se
resisten a decir lo que realmente piensan o a participar, como una forma de
rebeldía ante ese poder y jerarquía. Cualquier maestro o mediador reconoce esta
situación, ¡incluso cualquier padre o madre de un adolescente! Si sumamos a
esta situación el impacto de los métodos didácticos tradicionales que asumen
que hay una “verdad” por descubrir por medio de la pregunta y la existencia una
respuesta “correcta”, el resultado puede ser un contexto que disuade a los participantes
a compartir la información que buscamos y mucho menos sus pensamientos e ideas.
Es por ello que es importante no sólo la preparación del espacio sino también
de las preguntas que de alguna manera intenten compensar ese desequilibro de
poder y crear, dentro de los límites, una situación dialógica más democrática y
auténtica.
Se han
escrito muchos libros sobre cómo llevar a cabo investigaciones cualitativas
éticas que toman en consideración las voces de los participantes e inclusive
avocan métodos más participativos. También se ha escrito mucho sobre cómo
formular preguntas productivas, ya sea para entrevistas o para grupos de
enfoque. Cuando se hace una entrevista formal, en una investigación empírica y
cuantitativa, normalmente las preguntas se concretan con poca flexibilidad y en
cierto orden. En una investigación cualitativa también se formulan con cuidado
pero con más flexibilidad. Sin embargo, cuando se trata de invitar a un niño o
joven a hablar sobre una obra literaria (sea libro álbum, novela o poesía), las
preguntas tienen que ser aún más fluidas ya que estamos intentando indagar
sobre un proceso no sólo cognitivo sino muy personal (en nuestro libro sobre la
respuesta lectora al libro álbum, publicado en 2003, Morag Styles y yo
escribimos sobre este tema y en la nueva versión del libro que acabamos de
completar, ponemos especial hincapié en este tema porque hemos visto muchas
otras investigaciones, algunas hechas por nuestros alumnos de maestría y doctorado,
que han comprobado lo importante que es hacer buenas preguntas). Si se aplican
preguntas objetivas y cerradas como suele hacerse en el aula escolar, no
podremos aprender nada sobre un acto tan único e íntimo como lo es el acto de
la lectura.
Además de
hacer lo posible por crear un espacio acogedor para los alumnos que
participaron en los talleres (en un sentido psicológico, ya que nos encontramos
limitados en cuanto a espacios físicos), creamos preguntas para estimular su
interés en el proyecto mismo y por lo tanto también para intentar integrar una
imagen más completa sobre sus actos de lectura. Por ejemplo, les preguntamos si
pensaban que los libros y la lectura todavía eran importantes en el mundo
digital y cómo la tecnología nueva ha afectado sus prácticas y preferencias, o
qué harían ellos para estimular la lectura entre sus compañeros. Entre otras
cosas, les preguntamos sobre el papel que para ellos juega la imagen en
comparación con la palabra en los textos leídos, sobre la empatía que sentían o
no por los personajes y sobre finales y personajes ambiguos.
No hay
espacio aquí para escribir sobre sus respuestas pero sí quiero mencionar cinco puntos
acerca de hacer preguntas que surgieron una y otra vez y que me han enseñado
mucho sobre la creación de un espacio para la investigación. Primero, he
aprendido que hay que tolerar el silencio ante una pregunta. Cuesta mucho
trabajo no intentar llenar esos silencios porque a veces parecen eternos, pero si
recordamos que a todos nos cuesta ordenar nuestros pensamientos antes de
contestar una pregunta, con más razón tenemos que ser pacientes. Segundo, realmente
hay que ceder la palabra. Dado que el tema o el libro nos entusiasman, es fácil
tomar la palabra y quedárnosla y hasta responder a nuestras propias preguntas. Tercero,
al menos que haya una intención específicamente pedagógica en la investigación,
hay que evitar el impulso a “enseñar” ya que, por un lado, esto remite a las
jerarquías y por otro, de la lectura y la conversación entre todos aprenderán
bastante. Cuarto, hay que prestar atención a las preguntas que los
participantes hacen, aun cuando de momento no nos parezcan relevantes, tienen
una razón de ser aunque no la veamos de inmediato. Finalmente, he aprendido que
las buenas preguntas conducen a los participantes a crear sus propias buenas
preguntas y es precisamente el momento de hacer sus preguntas cuando comienza
un verdadero diálogo y la balanza de poder se inclina un poco hacia el
equilibrio.
E Arizpe
E Arizpe
Excelente trabajo de investigación sobre un proceso de lectura. Pareciera sencillo pero ofrece ciertas dificultades. La selección del grupo de lectores, la disposición de espacios, tiempos, recursos y autorizaciones, estas circunstancias generan un previo análisis para iniciar lo que se pretende... cómo leer por placer? por ejemplo. Un delicado proceso es la selección de textos, existe tan variado material que quisiéramos tener todo el tiempo para leer.
ResponderEliminarFelicidades a los que incitan la lectura... les gusta y están emocionados.
¡Gracias por todo tu apoyo, Silvia!
Eliminarle envió un cordial saludo, soy jose luis y estoy muy feliz por su trabajo, espero y este blog tenga muchas visitas.
ResponderEliminarGracias, José Luis, qué bueno que te gusto. ¡Un saludo y mis mejores deseos para tu siguiente etapa!
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