Como ya mencionamos en una entrada anterior (12 de noviembre 2014), con
los jóvenes participantes leímos y comentamos el libro álbum La niña de rojo de Aaron Frisch y
Roberto Innocenti. Antes de proporcionarles el libro, les habíamos preguntado qué
versión recordaban del cuento tradicional de “La caperucita roja”, ya que los
resultados de la encuesta de lectura revelaron que, después del cuento de “Los
tres cochinitos”, era la historia que más recordaban haber escuchado o leído de
pequeños. Muchos recordaron películas basadas en la historia: Caperucita Roja (1960 –producción
mexicana); ¡Buza Caperuza! La Verdadera
Historia (2005) y La chica de la capa roja (2011).
Entre todos intentaron reconstruir los eventos en el cuento,
discutiendo sobre cuál era el “verdadero” final - ¿el lobo se come a la
abuelita y a la Caperucita? ¿El cazador saca a la abuelita de la panza del
lobo? ¿Cómo muere el lobo al final?
Dado que uno de nuestros objetivos eran considerar las diferencias entre
la escuela rural y la urbana en cuanto a la lectura de los jóvenes, adoptamos
una metodología con la idea de que quizá nos permitiría obtener una perspectiva
no sólo sobre la construcción de significados y la creación de una historia
propia, sino también sobre la forma en la cual los contextos geográficos y
sociales influyen en esta construcción. Hay estudios que demuestran la relación
significativa entre los espacios que habitan los jóvenes y sus identidades, la
cual determina en gran medida su forma de percibir y darle forma al mundo que
los rodea y de actuar en él (ver por ejemplo, Charlton et al).
Uno de los métodos que se han utilizado con éxito para obtener
información sobre identidad y localidad es la fotografía. Faulstich Orellana (1999), por ejemplo,
investigo la manera en que los niños experimentan su comunidad a través de las fotografías
que tomaron, para “ver” estas localidades a través de sus “ojos” (ver también Arizpe y McAdam 2011 y Arizpe et al 2014).
En este caso, la actividad consistió en recrear, con fotografías, la
historia de “La Caperucita Roja” en el lugar donde vivían, es decir, imaginar
el recorrido de la niña a través de la ciudad, barrio o pueblo del adolescente
lector. Lo que nos interesaba era la reconstrucción del cuento en sus comunidades; a qué personajes se encontraría;
el papel que jugarían las palabra y las imágenes; el final que le darían y lo
que nos podría decir todo esto sobre los espacios exteriores e interiores, reales
e imaginarios que habitan.
Repartimos cámaras desechables (tuvimos que explicarles cómo usarlas ya
que la mayoría nunca había tomado una fotografía que no fuera de tipo digital).
Les pedimos que reflexionaran un poco antes de tomar la foto y que no tomaran
fotos sin permiso al menos que fuera en un lugar público donde resultaría
difícil identificar individualmente a las personas.
Cabe señalar que esta fue una actividad voluntaria y no todos los chicos
tomaron las fotos ni quisieron llevarla a cabo. Sin embargo, los ocho
estudiantes que sí participaron, lo hicieron con entusiasmo (¡tanto así que los
que no participaron lamentaron no haberlo hecho después de todo!).
Tras darles las fotos impresas, les pedimos que las vieran primero en
privado para poder decidir cuáles querían compartir. Les proporcionamos también
pegamento, tijeras y cartulinas y les dijimos que podían diseñar su historia
como quisieran y que podían incluir texto y/o dibujos.
Los resultados nos sorprendieron por su creatividad e ingenio. No hay
espacio aquí para describir todas las “foto-historias” pero, como se dice en
español, “para muestra, un botón”:
Como algunos de sus compañeros, Jorge estaba algo decepcionado porque
las fotos que tomó no salieron como hubiera querido y de hecho, sólo dos se
pudieron revelar y estaban bastante
oscuras. Tras mirarlas y reflexionar un poco, sin embargo, le bastaron esas dos
para crear, como el mismo lo dice, una historia “fascinante”:
Esta historia puede ser corta pero fascinante, en la
ciudad de Cuernavaca la ciudad está en calma, la gente tranquila, Héctor la
recorre, temeroso de los carros que pasan de prisa, la gente lo tranquiliza,
aunque hay poca gente pero él sigue tranquilo, la ciudad es hermosa, las
ventanas reflejan el cielo azul celeste, a Héctor le gustaría conocer más
aquella ciudad, le interesa hablar con la gente pero tiene que ir a casa. La
oscuridad está llenando la ciudad, las personas se dirigen a sus casas después
de ir al trabajo, las luces se encienden y Héctor se dirige a casa después de
recorrer la ciudad, cruzando las calles, los automóviles son un peligro
latente. Héctor se dirige a casa, su familia lo espera.
No se parece mucho al cuento de “Caperucita”: el protagonista es un
muchacho, el texto es muy breve y en realidad no sucede nada ya que es la
descripción de lo que siente y piensa un joven al momento de dirigirse a casa
al anochecer de un día cualquiera en su ciudad. Sin embargo, por medio de las
fotos y las palabras, Jorge logra recrear un instante sugestivo, un momento en
el espacio y tiempo cargado de emociones implícitas. Por un lado, al personaje
lo inquietan los posibles peligros de una ciudad en movimiento pero por otro estas
inquietudes se disipan ante su apreciación de la belleza que encuentra aún en este
contexto. También notamos la tensión entre la incipiente curiosidad del joven
por conocer más a fondo a su ciudad y sus habitantes y su sentido de
responsabilidad de volver a casa antes de que oscurezca del todo. Jorge
describe con sensibilidad estética los colores, la luz y la oscuridad y nos
dice que Héctor lo observa todo con “calma”, una calma que parece surgir de la
gente a su alrededor pero también con la certeza de dirigirse a un hogar donde
lo espera su familia. En su breve historia, Jorge logra comunicar las tensiones
entre el atractivo y la amenaza de los espacios por conocer y la seguridad y
calma que le proporciona lo que le es familiar.
Cada una de las ocho foto-historias son distintas y utilizan la historia
de Caperucita Roja de diferente manera. Algunas mezclan la fantasía con la
realidad, algunas incluyen humor y otras contienen trasfondos siniestros, pero,
como la de Jorge, cada una entreteje de alguna forma los espacios que habitan y
experimentan sus creadores, sobre la forma en que ven el paisaje a su
alrededor a través del cual se mueven
pero también sobre las relaciones humanas que componen su comunidad. Nos
permiten ver las experiencias de los jóvenes a través de sus ojos.
Como escribió Marcel Proust en una reflexión acerca de lo que el arte
nos permite ver:
El único verdadero viaje de
descubrimiento [ ... ] sería no visitar tierras extrañas, sino poseer otros ojos, para contemplar el universo
a través de los ojos de otro, de un centenar de otros, para contemplar los cien
universos que cada uno de ellos contempla, que cada uno de ellos es [ ... ]
(EA traducción)
(EA traducción)
La prisionera, 1923
Referencias
Arizpe, E., Colomer, T. y Martínez-Roldán, C., con Bagelman, C., Bellorín, B., Farrell, M., Fittipaldi, M.,
Grilli, G., Manresa, M., Margallo, A.M.,
McAdam, J., Real, N. and Terrusi, M. (2014). Visual Journeys through Wordless Narratives: An international inquiry
with immigrant children and The Arrival. Bloomsbury Academic.
Arizpe, E. y McAdam, J. (2011) Crossing
Visual Borders and Connecting Cultures: Children’s responses to the
photographic theme in David Wiesner’s Flotsam,
New Review of Children’s Literature and
Librarianship 17 (2).
Charlton, Emma, Cliff Hodges, Gabrielle.,
Pointon, Pam., Nikolajeva, Maria., Spring, Erin., Taylor, Liz., y Wyse, Dominic
(2012). “My place: exploring children’s place-related identities through
reading and writing”. Education 3-13:
International Journal of Primary, Elementary and Early Years Education
1-17.
Faulstich Orellana, Marjorie. (1999).
“Space and Place in an Urban Landscape: Learning from Children’s Views of Their
Social Worlds.” Visual Sociology, 14,
73-89.
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