La preocupación por la lectura en general pero sobre todo por la lectura
de los jóvenes se manifiesta en la cantidad de encuestas y estudios recientes nacionales
sobre el tema y se ha intensificado a la par -y probablemente también como
consecuencia- tanto del llamado ‘boom’ de la literatura juvenil como de las
nuevas tecnologías que promueven la lectura multimodal. Como dice Roberto Igarza
acerca de la evolución de las prácticas de lectura y escritura, ‘El interés por
indagar en esa creciente complejidad nos invita a seguir renovando las formas
conocidas de medir la lectura y la escritura. Nunca antes medir el
comportamiento del lector fue algo tan plural, abierto y desafiante’ (2015:
15). La literatura y las prácticas lectoras siempre han estado sujetas a los procesos
culturales, sociales y económicos de transformación; lo que es nuevo es el
ritmo acelerado de estos procesos y la rapidez de los cambios. De un momento
a otro quedamos deslumbrados y luego apurados por seguir al tanto, ya seamos
padres, maestros, mediadores o investigadores. Afortunadamente, la tecnología
digital también ha permitido recoger y analizar datos con nuevos métodos y
poblaciones, publicar y compartir información de manera que nos facilita el acceso
a una gran cantidad de cifras y estudios como nunca antes.
En la reciente temporada festiva, me tomé unos días para leer los
resultados de algunas de las encuestas y otras publicaciones en español que
aparecieron hacia fines del 2015. Este texto no pretende ser una síntesis
completa o una comparación entre países, lo cual requiere un análisis que va
más allá de lo que es posible hacer en una entrada de blog. Más que nada, es
una reflexión acerca de lo que me parecen las coincidencias, los cambios y algunos
de los resultados más significativos en cuanto a la lectura en general y la
lectura de los jóvenes en específico, basándome sobre todo en documentos de
México, Chile y España. También me refiero a algunos otros que pueden ser
útiles para los lectores de este blog (ver referencias).
Las encuestas sobre lectura tienden a incluir temas similares, por
ejemplo, persisten las preguntas sobre la cantidad de libros y la cantidad de
tiempo invertido en la lectura pero ahora incluyen cada vez más preguntas sobre
la lectura en pantalla, siendo la encuesta de IBBY México/A leer la primera
dedicada al tema en México. Es evidente también un nuevo interés por la lectura
de imágenes en general (en impreso o pantalla) y por las actividades
relacionadas con la computadora y el internet, sobre todo las impulsadas por
los mismos jóvenes.
Como en toda investigación empírica cuantitativa, las respuestas pueden
interpretarse de forma negativa o positiva, como el proverbial vaso con agua mitad
lleno o mitad vacío. Por ejemplo, según las cifras reportadas por la ENL, en
México se lee un promedio de 5.3 libros al año con lo cual se posiciona en el
segundo lugar de América Latina (debajo de Chile con 5.4), pero si consideramos
el promedio de 10.3 en España (y no se diga de 47 en Finlandia http://hipertextual.com/2015/11/libros-mexico-encuesta-nacional) no hay motivo para celebrar; sobre todo cuando
consideramos el dato de que el 60% de la población mexicana encuestada no compró
ni un solo libro en el último año y que el 45% no ha acudido a una librería
desde hace más de un año. Hay grandes diferencias también entre la cantidad de
libros (no de texto) en el hogar (en México, 40.1; en España 201). El acceso a
bibliotecas y librerías es desigual y los libros cada vez son más caros y no
todo se puede descargar sin pagar algo (o ilegalmente).
En cuanto a las cifras sobre la población que más nos interesa aquí, en
general sí parecen ser alentadoras (como hemos señalado en la entrada del 1º de
mayo 2015): los jóvenes sí leen. La ENL identificó cuatro perfiles lectores,
uno de los cuáles se interesa por la lectura de todo tipo y se conforma sobre
todo de lectores jóvenes (entre 12 y 21 años) llamado “Lector diversificado
preferente de libros e historietas”. La encuesta de IBBY México apoya estos
resultados, ya que también se encontró que los jóvenes leen más por iniciativa
propia que por obligación, asisten a bibliotecas y que 7 de cada 10 invirtieron
en libros impresos el año anterior a la encuesta. Ambas encuestas indican más
tiempo invertido en lectura y escritura debido a los mensajes de texto y otras
prácticas digitales; mayor capacidad de elección y un amplio repertorio de
textos visuales y mediáticos.
Estos resultados son similares a lo que se ha encontrado en Chile y en
España, donde la población juvenil es la más lectora y la que más combina su
lectura con una variedad de prácticas sociales y digitales. Desde la
perspectiva del vaso “medio vacío”, sin embargo, podríamos apuntar que la
mayoría de los contenidos consultados y escritos son más breves e
insustanciales y que la lectura se hace con rapidez y por lo tanto puede haber
menos comprensión y reflexión.
Algunas coincidencias parecen obvias, como las razones que se dan para no
leer (falta de tiempo, apatía o aburrimiento) y las razones para leer (placer,
entretenimiento, informarse y estudiar) y la forma en que la escuela tiende a
ignorar las prácticas contemporáneas. Nada de esto ha cambiado de forma
sustancial en los últimos 25 años. Lo que sí ha cambiado, hecho evidente en los
datos arrojados por las distintas encuestas, es el impacto de este mercado editorial
global y los medios masivos de comunicación. Se nota, por ejemplo, en la
proliferación de libros para jóvenes. Sin embargo, esta coincidencia de títulos
mencionados es preocupante (en México, 20 libros representaron cerca del 20%
del total de respuestas) ya que indican poca variedad, ya sea por falta de
conocimiento y acceso, por seguir la moda y la publicidad (por ejemplo la
influencia de películas basadas en el libro) y el persistente sesgo
didáctico/sentimental.
En cuanto a la lectura en pantalla, por un lado, el aumento reflejado en
todas las encuestas conlleva beneficios en el acceso a la información, la
participación y hasta la lectura de libros, pero por otro lado, el acceso a los
medios digitales sigue dependiendo de cierto nivel de recursos económicos y
escolaridad y también del contexto geográfico (es mucho mayor en las zonas
urbanas). La media regional e internacional del acceso a internet también sigue
siendo muy dispareja. Es preocupante que la brecha económica y social sigue
determinando los niveles de lectura. Por más acceso que los jóvenes tengan con sus
teléfonos celulares, la tecnología en casa y en las escuelas (de gobierno o
particulares) no es la misma.
Pero, como escribe Marco Antonio Coloma acerca de las encuestas sobre
lectura en Chile, ‘… los números no son suficientes. También es necesario
avanzar en mediciones cualitativas, en acercamientos sociológicos y
antropológicos al fenómeno de la lectura, que nos cuenten desde otras
perspectivas cómo han cambiado los lectores (…) y cómo ha mudado su forma de
leer.’ (Coloma 2015: 109). Las encuestas nos acercan un poco más al joven
lector contemporáneo pero las cifras tienen que interpretarse con cuidado y el
siguiente reto es compartir y poner esta información al servicio de los mismos
jóvenes y pensar ‘… cómo se puede enriquecer y expandir las prácticas de
lectura y escritura en sus formas plurales y múltiples, en los soportes y modos
en que hoy se producen…’ (Dussel 2015: 142). Con la ayuda de autores, ilustradores,
editores, maestros, promotores, bibliotecarios e investigadores podemos
imaginar cómo queremos que sean las respuestas a las encuestas del futuro y así
asegurarnos de que el vaso esté lleno para todos.
Referencias
Coloma, M. A. (sf) Medir la lectura: ¿para qué sirven las cifras? Actas del II Seminario Internacional ¿Qué
leer? ¿Cómo leer? Lecturas de Juventud. Ministerio de Educación, República
de Chile.
Dussel, I. (2015) Una mirada a los resultados de la ENL 2015 desde la
acción de la escuela y la cultura digital. En Encuesta Nacional de Lectura pp 134-142.
Eliessetch, K. (sf) Los jóvenes según las encuestas. Actas del II Seminario Internacional ¿Qué
leer? ¿Cómo leer? Lecturas de Juventud. Ministerio de Educación, República
de Chile.
(ENL) Encuesta nacional de
lectura y escritura 2015-2018. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes,
Dirección General de Publicaciones, México D.F.
(FGEE) Federación de Gremios de Editores de España (2012). Hábitos de lectura y compra de libros en
España 2012. Madrid: Federación de Gremios de Editores de España.
IBBY México/A leer y BANAMEX. (2015) Primera
Encuesta Nacional sobre Consumo de Medios Digitales y Lectura.
Igarza, R. (2015) El desafío de poner en perspectiva el comportamiento
de los lectores en México. En Encuesta Nacional de Lectura pp 4-15.
Picton, I. (2014) The Impact of Ebooks on the Reading Motivation and Reading Skills of
Children and Young People: A rapid literature review, London: National
Literacy Trust.
Primer Estudio de Comportamiento Lector (2011). Consejo Nacional de la
Cultura y las Artes, Centro de Microdatos, Facultad de Economía y Negocios de
la Universidad de Chile.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarCreo que es todo un acierto que, cada vez con mayor frecuencia, se dedique un espacio a la lectura en pantallas en este tipo de estudios. Al fin y al cabo, tanto la lectura analógica como la digital comparten los mismos procesos de decodificación y comprensión.
ResponderEliminarMe parece también bastante interesante reflexionar sobre la poca variedad de lecturas juveniles en México, Evelyn. ¿Existe también la figura del mediador allí?
Por otro lado, el vaso siempre medio lleno =)
Interesante información para aquellos que hacemos blogs
ResponderEliminar