Con el comienzo de septiembre y el año escolar retomamos nuestro blog.
Los objetivos son difundir algunos resultados iniciales del proyecto
“Transformaciones lectoras” como también abordar temas relevantes a la
investigación sobre la lectura y los jóvenes, no sólo en México sino también en
otras partes del mundo.
En esta entrada, inspirados
por la “vuelta a clases”, tocaremos el tema de la lectura en la escuela. En el
Estado de Morelos donde llevamos a cabo el proyecto en 2014 y la investigación
original en 1992, alrededor de 500,000 niños están en edad escolar y 150,000 de
ellos en etapa secundaria (12-15 años) o preparatoria (15-18 años) [Nota para
los no conocen México: Morelos es uno de los 31 estados, junto con un Distrito
Federal, que componen al país]. Como sabemos, la etapa secundaria es un momento
clave en la formación de lectores ya que es cuando los jóvenes tienden a hacer
preguntas y buscar respuestas fuera del hogar y tienen más oportunidades para
descubrir y elegir sus lecturas por sí mismos. Además, son los años en los
cuales se puede descubrir el placer profundo de la lectura, arraigando el gusto
por leer, o por lo contrario, perdiéndolo, probablemente para siempre.
La escuela secundaria tiene
entonces la posibilidad y la responsabilidad de proporcionar un espacio para
que el disfrute de la lectura se desarrolle pero lograrlo dependerá de tres
aspectos fundamentales: los programas que requieren las autoridades educativas
(con sus respectivas lecturas, didácticas y evaluaciones); el acceso a textos
variados y la actitud del maestro.
En México, entre los
estándares curriculares para la asignatura de “Español” se afirma que durante
la etapa de educación secundaria, el alumno desarrollará tanto el “gusto por
leer” como “un concepto positivo de sí mismo como lector” y que “se pretende
una aproximación del alumno a la lectura mediante el conocimiento y disfrute de
diferentes tipos de textos, géneros y estilos literarios y, a la vez, obtener
las herramientas suficientes para formar lectores competentes que logren una
acertada interpretación y sentido de lo que leen.” (Programas de Estudio, Educación Básica
Secundaria, Español, SEP 2011). Para ayudar a lograr este objetivo, iniciativas
gubernamentales tales como el Programa Nacional de Lectura, lanzado en 2002
(ahora, el Plan Nacional de Lectura y Escritura), y el Programa de Bibliotecas
de Aula, proporcionaron colecciones de libros para las bibliotecas y las aulas
de todas las escuelas del país. Debido a ello, a pesar de los cambios políticos
y de problemas con su uso (material para otra entrada del blog), las escuelas
cuentan con un mayor y más variado acervo en 2014 comparado con 1992, que
incluye distintos géneros, libros álbum, novelas gráficas y también libros
“juveniles” contemporáneos, de autores tanto mexicanos como extranjeros.
Sin embargo, por lo que
pudimos observar en 2014, ha habido menos cambio en la selección de textos para
la materia, la didáctica y la actitud del maestro. Esto se puede observar en
las actitudes poco entusiastas ante la lectura en la asignatura de Español
expresadas por los alumnos en 2014 iguales a las mostradas por los alumnos hace
20 años. En general, a los jóvenes entrevistados en 1992 no le “disgustaba” la
clase de Español y hacían un intento por leer los textos prescritos aunque la
mayoría no los terminaban al menos que fueran “cortos, fáciles de entender y
entretenidos”. Lo mismo dijeron los jóvenes en 2014 y lo constataron al
recordaron con placer los mitos y leyendas que forman parte del plan de estudio
de 1º de Secundaria. En este sentido, la novela gráfica Justicia Divina de Haghenbeck y el libro álbum La niña de rojo de Frisch e Innocenti (que hemos mencionado en
entradas anteriores) resultaron ser ideales para la continuación de este tema
en cuanto a, por ejemplo, la forma en que sobreviven los mitos y las leyendas
tradicionales y a la existencia de distintas versiones y finales.
En 1992, los adolescentes
se quejaron largamente de las lecturas obligadas en la escuela, ya que les
resultaban “largos”, “aburridos” y “confusos”, como por ejemplo Marianela de Benito Pérez Galdós. En
2014, se quejaron sobre todo del Poema de
Mío Cid : “no llama la atención”, “no es interesante”, “está súper
aburridísimo”. Un alumno proporcionó más detalles: “como que no se le entiende
nada … porque el poema viene en otro idioma que es el vulgar… me confunden las palabras y además, el autor,
quien hizo el libro, como que no especifica bien el desarrollo, y me revuelve
pues, entre los personajes y los sucesos.” Probablemente estos jóvenes jamás
vuelvan a intentar leer este texto y se pierdan el placer que puede
proporcionar este magnífico poema épico. (No es coincidencia que el texto
figure en un blog del cual se tomó prestada la ilustración: “Diez libros
obligatorios que te hicieron odiar la lectura” http://blogs.publico.es/strambotic/2015/03/libros-conazo/).
Tanto en 1992 como en 2014 los alumnos
criticaron las actividades didácticas relacionadas con los textos prescritos:
tomar dictado, copiar del pizarrón, leer fragmentos en silencio o en voz alta y
contestar preguntas de comprensión. Una diferencia fue que, en 2014, un maestro
pidió a un grupo de alumnos que crearan ilustraciones para el Poema de Mío Cid. Esto parecía ser una
actividad más creativa pero los alumnos se quejaron de igual manera porque
dijeron que no podían ilustrar una escena si no entendían lo que estaba
sucediendo en ella. Como bien apuntó uno de ellos: “tienes que leer bien la
página para que puedas especificarlo en el dibujo.”
En una entrevista, una de
las autoridades del plantel reconoció que para llevar a cabo estrategias más
creativas, “hay que tener en cuenta lo que el alumno descubrió, siguió,
visualizó, aportó, imaginó”. Puntualizó que para empezar había que reflexionar
y precisar mejor a través de la discusión lo que los alumnos entendían o, como
demuestra este ejemplo, este tipo de didácticas no tendrán éxito.
Es cierto que hay que tomar
en cuenta la prescripción curricular que exige que el maestro cubra el programa
en determinado tiempo y que muestre resultados. También hay alumnos
pragmáticos: “A mí no me gusta leer mucho
el libro de Español, a mí solamente me interesa la calificación.” Sin embargo,
los mismos alumnos pueden sugerir ideas para mejorar la situación. Cercal del
final del proyecto en 2014, les preguntamos a los chicos qué harían para que
fuera más interesante la clase de Español. Tomando la pregunta en serio, entre
sus respuestas, dijeron que sería mejor participar todos en la elección y
discusión del texto y que el maestro “explicara mejor” lo tenía que ver con su
vida como jóvenes en el siglo 21.
El gran escritor Philip Pullman (autor de la trilogía La materia oscura, entre otras obras
literarias para niños y jóvenes) le atribuye su éxito como autor a una maestra
que tuvo en secundaria. Ella disfrutaba tanto cuando les leía a sus alumnos en
clase, fueran leyendas, La odisea o El paraíso perdido, que les contagió ese
profundo placer. Por supuesto que también hay maestros comprometidos en México
que saben inspirar a sus alumnos en cuanto a los “clásicos” y que también saben
echar mano de excelentes textos contemporáneos y estrategias creativas (y ya
veremos un ejemplo en la siguiente entrada del blog).
Con este tipo de
aproximaciones, sí se puede romper el círculo vicioso del aburrimiento y la
obligación y así, quizá, la “vuelta a clases” no sea “la vuelta a lo mismo”.
Muy interesante entrada, gracias. Yo también pienso que el placer de la lectura se puede "contagiar" gracias a un buen docente que sea lector(a), pero como bien apuntan, el problema es complejo y urge seguir reflexionando en torno a él. Por ejemplo: ¿formar lectores es lo mismo que enseñar literatura? ¿Exactamente qué "enseñamos" en el aula cuando enseñamos literatura? Algunos especialistas dicen que la materia de Español debería enseñar a los estudiantes a hacer un "mejor uso de su lengua materna". Otros sostienen que debería inculcar el amor por la lectura. Otros más piensan que se trata de revisar el contenido de ciertas obras literarias canónicas, aunque sea en aras de la "cultura general". En fin, recuerdo una cita de Teresa Colomer: "hace décadas que la escuela no sabe qué hacer con la enseñanza de la literatura". Y claro, está el problema del rezago educativo, tan grave en México. Es difícil apreciar La Odisea para un joven que no sólo carece de competencia literaria, sino que carece de la competencia lectora básica para entender de qué va todo el asunto.
ResponderEliminar¡Saludos a todos!