Volver a contar las historias clásicas
de los hermanos Grimm o de Charles Perrault con otro sabor o giro ha
sido una especie de nueva “tradición subversiva” dentro de la
LIJ desde más o menos finales del siglo veinte, e incluso ha
repercutido en creaciones cinematográficas como la saga de Shrek
y sus amigos. A partir de puntos de vista variados, muy oscuros o
esperanzadores, un gran sentido del humor, y toda clase de recursos
literarios como la metaficción, estas obras han vuelto a energizar
el antiguo género del cuento de hadas y nos han hecho mirar el
pasado con otros ojos.
Un buen ejemplo de ello es el libro
álbum titulado La niña de rojo, escrito por el
norteamericano Aaron Frisch e ilustrado por el italiano Roberto
Innocenti, que con una gran calidad literaria retoma de una forma
innovadora el muy conocido relato de Caperucita Roja, para insertarlo
dentro de la modalidad temática de las aventuras familiares. Aunque
idealmente dirigido a pequeños de ocho años, sus ilustraciones
complejas, llenas de críticas sociales, burlas graciosas y lugares
desangelados y sucios, que ofrecen un gran realismo por el cuidado en
los detalles del entorno y en el físico de los personajes, y sus
textos lúdicos que nos guían paso a paso, bien pueden encantar a
lectores de todas las edades.
En una noche lluviosa, una viejita
pequeña y brillante, como un juguete con luz propia, narra un relato
a un grupo de niños en lo que tal vez podría ser una descuidada
guardería: una tarde, Sofía, una niña que vive en un barrio pobre
y peligroso de una gran ciudad, bajo el encargo de su madre sale de
casa para llevar galletas, miel y naranjas a su abuela que ha estado
enferma y necesita algo de compañía. Desafortunadamente, en el
camino se topa con algunos chacales (una pandilla que viaja en moto)
que la acosan, la rodean y no la dejan en paz.
Cuando todo parece más oscuro, alguien
conocido como el cazador, un hombre joven y fuerte la salva y le
propone llevarla lo que queda de trayecto. Ella le confía el estado
de su abuela y su misión, pero tras haber transcurrido un corto
trecho, su salvador dice tener que dejarla. Mientras Sofía llega
finalmente al hogar de su abuela, el héroe, que en realidad era un
lobo, se le ha adelantado y la espera para también acabar con ella.
No obstante, ante el horror de los infantes que no dejan de llorar,
la viejecita, conciente de que los cuentos son mágicos, ofrece a su
audiencia un final feliz por el que también se puede optar.
Esto recuerda el término
“eucatástrofe”, acuñado por J. R. R. Tolkien en su ensayo
“Sobre los cuentos de hadas”:
Pero el valor
«consolador» de los cuentos de hadas ofrece otra faceta, además de
la satisfacción imaginativa de viejos anhelos. Mucho más importante
es el Consuelo del Final Feliz. Casi me atrevería a asegurar que así
debe terminar todo cuento de hadas que se precie. Sí aseguraría
cuando menos que la Tragedia es la auténtica forma del Teatro, su
misión más elevada; pero lo opuesto es también cierto del cuento
de hadas. Ya que no tenemos un término que denote esta oposición,
la denominaré Eucatástrofe. La eucatástrofe es la verdadera
manifestación del cuento de hadas y su más elevada misión.
Ahora bien, el
consuelo de estos cuentos, la alegría de un final feliz o, más
acertadamente, de la buena catástrofe, el repentino y gozoso «giro»
(pues ninguno de ellos tiene auténtico final), toda esta dicha, que
es una de las cosas que los cuentos pueden conseguir
extraordinariamente bien, no se fundamenta ni en la evasión ni en la
huida. En el mundo de los cuentos de hadas (o de la fantasía) hay
una gracia súbita y milagrosa con la que ya nunca se puede volver a
contar.
El final feliz ofrecido como otra
posibilidad en La niña de rojo cobra importancia, pues
permite este consuelo del que habla Tolkien. Cabe mencionar que esta
eucatástrofe no es como el deus ex machina. A diferencia de
éste, la eucatástrofe parte de elementos que están en la narración,
no hay ninguna aparición mágica ni repentina.
Al revisar el libro de Frisch e
Innocenti con los jóvenes muchas sorpresas nos aguardaban. Fue
alarmante descubrir que los cuentos ya no gozan ni de tiempo ni de
popularidad. En el acelerado mundo en el que vivimos ya no hay tiempo
para contar cuentos, para compartir historias. Es más fácil ver una
película que narrar una historia y la memoria se ve afectada,
saturada por comerciales, marcas y mucha, mucha información, como
muestran las ilustraciones de Innocenti en lo que Frisch llama “la
selva”: un gigantesco centro comercial tapizado de imágenes que
incitan a comprar y a vivir y pensar de una manera determinada.
Para la investigación es importante
resaltar que entre las historias que más se repitieron en el
cuestionario sobre los cuentos que recordaban los jóvenes estaba
Caperucita Roja (57 veces), unos puntos después de Los tres
cochinitos (67 veces). Sin embargo, para los chicos fue muy difícil
reconstruir el cuento de Caperucita, ya que sólo recordaban
fragmentos y no podían diferenciar entre las distintas versiones.
Hubo detalles que tenían claros, como que la madre manda a
Caperucita a casa de su abuela enferma y que el lobo la intercepta en
el bosque, pero otros como lo que le llevaba a la abuela, si el lobo
se come o no a la niña, o la presencia de un cazador/ leñador les
costaron más trabajo.
También cabe mencionar que las
versiones cinematográficas actuales de Caperucita Roja fueron más
frecuentes y más cercanas para los jóvenes, como Buza Caperuza
(2005) y La chica de la capa roja (2011), a diferencia de
las versiones escritas de los Hermanos Grimm o de Perrault.
En la sesión analizamos primero la
portada de La niña de rojo, después la contraportada y
finalmente, las primeras páginas. Para los jóvenes urbanos fue muy
fácil identificar los paisajes de Innocenti, porque pertenecen a su
realidad, a lo que conocen, a lo que miran cuando salen a la calle o
cuando miran la televisión. Y a pesar de la agresividad de algunas
imágenes, las asimilaron y se las apropiaron, porque para ellos son
más cercanas las bardas llenas de graffitis y las rejas con alambre
de púas que el bosque de la Caperucita original. Los diferentes
estratos sociales, la suciedad y la violencia son parte de su vida
diaria. Surgieron muchas dudas a partir de la observación de las
imágenes, pero también ideas propias y únicas de cada joven,
explicaciones al mundo creado por Frisch e Innocenti, que a la vez
eran explicaciones a su propio mundo, a sus miedos, a lo que
observan.
Tolkien, J.R.R. “Sobre los cuentos de
hadas”. Deartesypasiones.com.ar. Web. Archivo de Word.
Elisa Lamothe
Georgina Lamothe
Joselyn Silva
No hay comentarios:
Publicar un comentario