jueves, 28 de enero de 2016

Literatura fantástica juvenil… ¿en clase? (1ª parte)


 



        Imagen promocional del videojuego Final Fantasy Tactics A2, desarrollado por Square-Enix.
Para esta entrada, nos complace dar la bienvenida a una contribución en dos partes escrita por Alberto Bolaños Montealegre. Alberto es exalumno del “Master of Education in Children’s literature and literacies” de la Universidad de Glasgow y su contribución se basa en su tesis para este programa. Dada su investigación detallada acerca de la fantasía para jóvenes y su potencial para el aula, además de su entusiasmo por la obra de Laura Gallego, estamos seguras que sus ideas serán de interés y provecho para nuestros lectores especialmente para aquellos que trabajan con jóvenes y lectura.   
Alberto Bolaños Montealegre es especialista en la enseñanza de segundas lenguas, ámbito en el que ha trabajado desde que acabó su formación universitaria inicial. Sin embargo, su interés por la literatura fantástica desde que era pequeño lo llevó a realizar su tesis de máster sobre la aplicación de los libros de fantasía juvenil en la escuela. En la actualidad ejerce de maestro de inglés para la Consejería de Educación de Castilla-La Mancha (España).

En la entrada de este blog “Vuelta a clases ¿vuelta a lo mismo con la lectura en la escuela?” (Arizpe, E. y Guerrero, L., 4 de septiembre 2015) Evelyn y Laura recalcaban lo importante que es dar una vuelta de tuerca a la educación literaria en la escuela. Es cierto que la enseñanza de los clásicos es una parte fundamental del área de literatura pero no podemos olvidar los intereses y los gustos de los chicos y chicas del siglo XXI. En mi opinión, nuestra tarea como docentes y mediadores es buscar lecturas que conecten con nuestros alumnos, que reflejen sus preocupaciones y que los atrapen de tal forma que sirvan como puerta a otras lecturas.
Precisamente esa fue la idea que motivó la escritura de mi tesis de máster “El potencial educativo de la fantasía juvenil: el caso de Memorias de Idhún de Laura Gallego García”. En ella he intentado acercarme desde la práctica de clase a un género literario frecuentemente ignorado  en colegios e institutos, el género fantástico, utilizando como ejemplo el caso de la trilogía Memorias de Idhún, una saga especialmente característica tanto de la fantasía como de la novela juvenil. En esta entrada voy a resumir las principales conclusiones de mi trabajo.

Es un hecho que la literatura fantástica nunca ha terminado de conseguir un lugar propio en los currículos escolares. Educadores y académicos han compartido con frecuencia cierta reticencia hacia este tipo de libros por considerarlos literatura “poco seria”. Sin embargo, la literatura fantástica y, en concreto, su rama juvenil, poseen unas características que la hacen un recurso educativo muy útil y que contrastan con ese recelo desde la comunidad educativa. Voy a desarrollar ahora un análisis de la literatura juvenil fantástica desde un punto de vista educativo en el que voy a intentar responder principalmente a estas dos preguntas: ¿cuáles son las principales razones por las que incluir la literatura juvenil fantástica en la escuela? y ¿es posible incluirla en la dinámica de clase de una forma coherente con los planes curriculares?

En primer lugar, en cuanto al porqué incluir estos libros en clase, una razón simple pero no por ello menos significativa es que a los adolescentes les gusta este tipo de lecturas. Diversos estudios lo confirman: Smith (2012, pp. 20-21) comenta que más de la mitad de los 25 libros más leídos por los adolescentes americanos en el 2011 pertenecían a las categorías de fantasía o ciencia ficción. Los jóvenes americanos no son los únicos, no obstante, ya que un estudio llevado a cabo en España durante el 2013 apunta en la misma dirección (Federación de Gremios de Editores de España, 2013).

Un segundo argumento es la facilidad de las novelas de fantasía para tratar temas difíciles y complejos que preocupan a los jóvenes, como la identidad o la ausencia de los padres, y colocarlos en un lugar lejos de nuestro entorno, de fantasía, donde es más sencillo hablar de ellos. En palabras de Colleen-Cruz y Pollock (2004): “cuando los niños [creo que también se puede aplicar a adolescentes] leen sobre un mundo de fantasía, alejado de su vida diaria, es mucho más seguro pensar sobre temas difíciles como la pérdida, la traición o el cambio” (p. 185). Las mismas Colleen-Cruz y Pollock (2004) nos ofrecen la descripción de su práctica de clase en la que nos cuentan cómo la lectura de libros de fantasía llevó a sus alumnos de primaria a desarrollar interesantes discusiones sobre la naturaleza del mal o la muerte. Por tanto, merece la pena tener en cuenta el potencial de estos libros para crear situaciones de debate en clase, para tratar problemáticas y preocupaciones de nuestros alumnos o incluso para trabajar temas y conceptos sobre filosofía.
En cuanto a cómo podemos incluir la fantasía juvenil en la práctica de clase, es importante apuntar que la fantasía es un género especialmente heterogéneo, flexible y diverso por lo que estos libros nos ofrecen una multitud de posibilidades diferentes en clase. Por ejemplo, en clase de lengua y literatura, no solo nos pueden ser útiles para trabajar el análisis literario sino que, además, suponen un recurso magnífico a la hora de trabajar el folklore y la literatura de tradición oral ya que la fantasía bebe directamente de ellas. Más allá de la educación literaria, los libros juveniles de fantasía ofrecen también numerosas posibilidades en otras áreas del currículum como son la enseñanza de la geografía y la cartografía (1) o la educación audiovisual (2), por mencionar solo dos ejemplos (3).

En definitiva, los libros de fantasía juvenil pueden cumplir muy bien la función de herramienta didáctica. A una gran parte de nuestros alumnos les gusta, se sienten identificados con sus historias y además suponen un buen material para trabajar diferentes aspectos curriculares de una forma diferente y atractiva. Sin embargo, el potencial pedagógico de los libros de fantasía juvenil no reside únicamente en las historias que cuentan. En la segunda parte de este artículo (siguiente entrada) profundizaré en algunas de las posibilidades educativas que nos ofrecen estos libros más allá del uso didáctico del propio libro.


 

Notas

(1) Véase Sundmark (2014) una original propuesta de clase en la que se trabaja la escritura creativa junto con conceptos cartográficos utilizando mapas de libros de fantasía.

(2) Podemos utilizar este tipo de libros, por ejemplo, para tratar conceptos como la “transmediación” o trabajar competencias relacionadas con la “alfabetización múltiple” ya que son muchos los que acaban teniendo adaptaciones en otros medios como el cine, la novela gráfica o el videojuego. Véase Soler Pardo, B. y Martín Marchante, B. (2014) para observar una propuesta de clase utilizando literatura fantástica y cine.

(3) Hay multitud de formas diferentes de integrar la fantasía juvenil en la escuela. Para ver algunos ejemplos de cómo hacerlo (entre muchísimas otras posibilidades), le animo a consultar mi tesis de máster en mi perfil de la red “Academia.edu”.

 

Referencias bibliográficas

- Arizpe, E. y Guerrero, L. (2015) “Vuelta a clases ¿vuelta a lo mismo con la lectura en la escuela?”  Transformaciones Lectoras: Actos de lectura, literatura juvenil y jóvenes en México. Disponible en: http://transformacioneslectoras.blogspot.mx/2015/09/vuelta-clases-vuelta-lo-mismo-con-la.html (Última consulta 09/01/2016)

- Colleen-Cruz and Pollock (2004) “Stepping into the Wardrobe: A Fantasy Genre Study”. Language Arts, 81(3), pp. 184-195.

- Federación de Gremios de Editores de España (2013) Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España. Alcalá de Henares: FGEE. Disponible en: http://www.editoresmadrid.org/media/43692/h%C3%A1bitos%20lectura%20a%C3%B1o%202012.pdf (Última consulta 09/01/2016)

- Soler Pardo, B. y Martín Marchante, B. (2014) “White as Snow, Red as Blood, Black as Ebony…: Employing film adaptations of the Brothers Grimm Snow White as a Didactic Tool for Learning EFL”. En: Reyes-Torres, R. et al. (eds.) Thinking through Children’s Literature in the Classroom. Newcastle upon Tyne: Cambridge Scholars Publishing.

- Smith, D. (2012) Bringing Fantasy and Science Fiction into the Classroom. The ALAN Review, 39(2), pp. 19-24.

- Sundmark, B. (2014) “‘Dragons Be Here’: Teaching Children’s literature and creative writing with the help of maps”. En: Reyes-Torres, R. et al. (eds.) Thinking through Children’s Literature in the Classroom. Newcastle upon Tyne: Cambridge Scholars Publishing.

jueves, 14 de enero de 2016

Encuestas sobre la lectura: ¿el vaso medio vacío o medio lleno?


 
La preocupación por la lectura en general pero sobre todo por la lectura de los jóvenes se manifiesta en la cantidad de encuestas y estudios recientes nacionales sobre el tema y se ha intensificado a la par -y probablemente también como consecuencia- tanto del llamado ‘boom’ de la literatura juvenil como de las nuevas tecnologías que promueven la lectura multimodal. Como dice Roberto Igarza acerca de la evolución de las prácticas de lectura y escritura, ‘El interés por indagar en esa creciente complejidad nos invita a seguir renovando las formas conocidas de medir la lectura y la escritura. Nunca antes medir el comportamiento del lector fue algo tan plural, abierto y desafiante’ (2015: 15). La literatura y las prácticas lectoras siempre han estado sujetas a los procesos culturales, sociales y económicos de transformación; lo que es nuevo es el ritmo acelerado de estos procesos y la rapidez de los cambios. De un momento a otro quedamos deslumbrados y luego apurados por seguir al tanto, ya seamos padres, maestros, mediadores o investigadores. Afortunadamente, la tecnología digital también ha permitido recoger y analizar datos con nuevos métodos y poblaciones, publicar y compartir información de manera que nos facilita el acceso a una gran cantidad de cifras y estudios como nunca antes.

En la reciente temporada festiva, me tomé unos días para leer los resultados de algunas de las encuestas y otras publicaciones en español que aparecieron hacia fines del 2015. Este texto no pretende ser una síntesis completa o una comparación entre países, lo cual requiere un análisis que va más allá de lo que es posible hacer en una entrada de blog. Más que nada, es una reflexión acerca de lo que me parecen las coincidencias, los cambios y algunos de los resultados más significativos en cuanto a la lectura en general y la lectura de los jóvenes en específico, basándome sobre todo en documentos de México, Chile y España. También me refiero a algunos otros que pueden ser útiles para los lectores de este blog (ver referencias).

Las encuestas sobre lectura tienden a incluir temas similares, por ejemplo, persisten las preguntas sobre la cantidad de libros y la cantidad de tiempo invertido en la lectura pero ahora incluyen cada vez más preguntas sobre la lectura en pantalla, siendo la encuesta de IBBY México/A leer la primera dedicada al tema en México. Es evidente también un nuevo interés por la lectura de imágenes en general (en impreso o pantalla) y por las actividades relacionadas con la computadora y el internet, sobre todo las impulsadas por los mismos jóvenes.

Como en toda investigación empírica cuantitativa, las respuestas pueden interpretarse de forma negativa o positiva, como el proverbial vaso con agua mitad lleno o mitad vacío. Por ejemplo, según las cifras reportadas por la ENL, en México se lee un promedio de 5.3 libros al año con lo cual se posiciona en el segundo lugar de América Latina (debajo de Chile con 5.4), pero si consideramos el promedio de 10.3 en España (y no se diga de 47 en Finlandia http://hipertextual.com/2015/11/libros-mexico-encuesta-nacional) no hay motivo para celebrar; sobre todo cuando consideramos el dato de que el 60% de la población mexicana encuestada no compró ni un solo libro en el último año y que el 45% no ha acudido a una librería desde hace más de un año. Hay grandes diferencias también entre la cantidad de libros (no de texto) en el hogar (en México, 40.1; en España 201). El acceso a bibliotecas y librerías es desigual y los libros cada vez son más caros y no todo se puede descargar sin pagar algo (o ilegalmente).

En cuanto a las cifras sobre la población que más nos interesa aquí, en general sí parecen ser alentadoras (como hemos señalado en la entrada del 1º de mayo 2015): los jóvenes sí leen. La ENL identificó cuatro perfiles lectores, uno de los cuáles se interesa por la lectura de todo tipo y se conforma sobre todo de lectores jóvenes (entre 12 y 21 años) llamado “Lector diversificado preferente de libros e historietas”. La encuesta de IBBY México apoya estos resultados, ya que también se encontró que los jóvenes leen más por iniciativa propia que por obligación, asisten a bibliotecas y que 7 de cada 10 invirtieron en libros impresos el año anterior a la encuesta. Ambas encuestas indican más tiempo invertido en lectura y escritura debido a los mensajes de texto y otras prácticas digitales; mayor capacidad de elección y un amplio repertorio de textos visuales y mediáticos.

Estos resultados son similares a lo que se ha encontrado en Chile y en España, donde la población juvenil es la más lectora y la que más combina su lectura con una variedad de prácticas sociales y digitales. Desde la perspectiva del vaso “medio vacío”, sin embargo, podríamos apuntar que la mayoría de los contenidos consultados y escritos son más breves e insustanciales y que la lectura se hace con rapidez y por lo tanto puede haber menos comprensión y reflexión.

Algunas coincidencias parecen obvias, como las razones que se dan para no leer (falta de tiempo, apatía o aburrimiento) y las razones para leer (placer, entretenimiento, informarse y estudiar) y la forma en que la escuela tiende a ignorar las prácticas contemporáneas. Nada de esto ha cambiado de forma sustancial en los últimos 25 años. Lo que sí ha cambiado, hecho evidente en los datos arrojados por las distintas encuestas, es el impacto de este mercado editorial global y los medios masivos de comunicación. Se nota, por ejemplo, en la proliferación de libros para jóvenes. Sin embargo, esta coincidencia de títulos mencionados es preocupante (en México, 20 libros representaron cerca del 20% del total de respuestas) ya que indican poca variedad, ya sea por falta de conocimiento y acceso, por seguir la moda y la publicidad (por ejemplo la influencia de películas basadas en el libro) y el persistente sesgo didáctico/sentimental.

En cuanto a la lectura en pantalla, por un lado, el aumento reflejado en todas las encuestas conlleva beneficios en el acceso a la información, la participación y hasta la lectura de libros, pero por otro lado, el acceso a los medios digitales sigue dependiendo de cierto nivel de recursos económicos y escolaridad y también del contexto geográfico (es mucho mayor en las zonas urbanas). La media regional e internacional del acceso a internet también sigue siendo muy dispareja. Es preocupante que la brecha económica y social sigue determinando los niveles de lectura. Por más acceso que los jóvenes tengan con sus teléfonos celulares, la tecnología en casa y en las escuelas (de gobierno o particulares) no es la misma.  

Pero, como escribe Marco Antonio Coloma acerca de las encuestas sobre lectura en Chile, ‘… los números no son suficientes. También es necesario avanzar en mediciones cualitativas, en acercamientos sociológicos y antropológicos al fenómeno de la lectura, que nos cuenten desde otras perspectivas cómo han cambiado los lectores (…) y cómo ha mudado su forma de leer.’ (Coloma 2015: 109). Las encuestas nos acercan un poco más al joven lector contemporáneo pero las cifras tienen que interpretarse con cuidado y el siguiente reto es compartir y poner esta información al servicio de los mismos jóvenes y pensar ‘… cómo se puede enriquecer y expandir las prácticas de lectura y escritura en sus formas plurales y múltiples, en los soportes y modos en que hoy se producen…’ (Dussel 2015: 142). Con la ayuda de autores, ilustradores, editores, maestros, promotores, bibliotecarios e investigadores podemos imaginar cómo queremos que sean las respuestas a las encuestas del futuro y así asegurarnos de que el vaso esté lleno para todos.

Referencias

Coloma, M. A. (sf) Medir la lectura: ¿para qué sirven las cifras? Actas del II Seminario Internacional ¿Qué leer? ¿Cómo leer? Lecturas de Juventud. Ministerio de Educación, República de Chile.

Dussel, I. (2015) Una mirada a los resultados de la ENL 2015 desde la acción de la escuela y la cultura digital. En Encuesta Nacional de Lectura pp 134-142.

Eliessetch, K. (sf) Los jóvenes según las encuestas. Actas del II Seminario Internacional ¿Qué leer? ¿Cómo leer? Lecturas de Juventud. Ministerio de Educación, República de Chile.

 (ENL) Encuesta nacional de lectura y escritura 2015-2018. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Dirección General de Publicaciones, México D.F.

(FGEE) Federación de Gremios de Editores de España (2012). Hábitos de lectura y compra de libros en España 2012. Madrid: Federación de Gremios de Editores de España.

IBBY México/A leer y BANAMEX. (2015) Primera Encuesta Nacional sobre Consumo de Medios Digitales y Lectura.

Igarza, R. (2015) El desafío de poner en perspectiva el comportamiento de los lectores en México.  En Encuesta Nacional de Lectura pp 4-15.

Picton, I. (2014) The Impact of Ebooks on the Reading Motivation and Reading Skills of Children and Young People: A rapid literature review, London: National Literacy Trust.

Primer Estudio de Comportamiento Lector (2011). Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Centro de Microdatos, Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile.