sábado, 5 de noviembre de 2016

Panorámica de la literatura infantil chilena mediante el análisis de libros premiados




Saludos a todos nuestros lectores! Con este blog inauguramos la nueva época con entradas sobre estudios de maestría o doctorado en este campo. Comenzamos con una investigación sobre la literatura infantil y juvenil en Chile. Gracias a Javiera y esperamos recibir sus contribuciones para las siguientes entradas. Las indicaciones para publicación se encuentran al lado izquierdo de la pantalla.
Evelyn Arizpe


Javiera García es licenciada en Lengua y Literatura por la Universidad Alberto Hurtado y Master en Literatura Infantil y Alfabetización por la Universidad de Glasgow. Sus principales intereses son los libros álbum, novelas gráficas y las teorías cognitivas aplicadas a la literatura infantil.

Pregunta de investigación

El objetivo de esta investigación fue proveer una panorámica de los cambios en y las características de la literatura infantil chilena entre los años 1990 y 2015. Para establecer esto, se trabajó con la siguiente pregunta: ¿cuáles son las características de la literatura infantil chilena de los últimos 25 años? La pregunta fue resuelta mediante el análisis de libros infantiles ganadores de premios entre 1990 y 2015.

Contexto

El número de libros infantiles publicados en Chile ha aumentado dramáticamente en los últimos 25 años. Sin embargo, esta área no ha sido estudiada profundamente. La principal investigación sobre la literatura infantil chilena – desde una perspectiva histórica – fue publicada en 1982 por Manuel Peña[1], cuyo trabajo abarca la historia de los libros infantiles chilenos desde la colonia hasta los años 80s. Desde 1990 en adelante, no hay estudios que den cuenta de los cambios ocurridos en los libros para niños ni sobre cuáles son las características que presentan los textos hoy en día.

Año
Libros
Año
Libros
Año
Libros
1992
23
2000
63
2008
215
1993
16
2001
42
2009
344
1994
44
2002
113
2010
332
1995
32
2003
93
2011
542
1996
23
2004
66
2012
382
1997
18
2005
77
2013
458
1998
12
2006
194
2014
504
1999
25
2007
273
2015
624
Tabla 1 Número de libros infantiles publicados en Chile por año. Fuente: ISBN

Diseño y metodología

La selección de libros se realizó tomando en cuenta diversos premios, nacionales e internacionales, otorgados desde 1990 al 2015. Este método de selección de textos permite obtener un corpus limitado a utilizar en la investigación, y también asegura la calidad del material seleccionado (Yokota, 2011).

El corpus fue constituido por los libros ganadores de seis premios: Lista de Honor de IBBY Chile, Medalla Colibrí, Premio Municipal de Literatura de Santiago, Premio Marta Brunet, White Ravens y Barco de Vapor Chile.

58 libros fueron premiados en los últimos 25 años, la mayoría de ellos después del 2005. Del total de textos; 29 son libros narrativos, ocho son libros álbum, seis son de poesía, seis son libros de cuentos, cuatro son novelas gráficas o historietas, tres son de no ficción, uno es de teatro y uno es desconocido[2]. Sin embargo, debido a la limitación de tiempo y espacio de esta investigación, se analizó solamente libros narrativos.

Los textos se analizaron siguiendo la pauta propuesta por Colomer (1998). Esta fue modificada para incluir temas, características y elementos de contenido, no considerando aspectos de narratología que no pudieron ser abarcados debido a las limitaciones de esta investigación.



Análisis

En esta investigación se aplicaron 17 categorías de análisis para realizar el estudio de los textos. Sin embargo, en este extracto me referiré solo a algunos de los temas tomados en cuenta.

En primer lugar, la representación de niños y niñas como personajes principales es significativamente desigual; los personajes principales son en su mayoría masculinos. De los 29 libros analizados, 21 tienen protagonistas masculinos mientras que solo ocho libros tienen protagonistas femeninos.

La utilización de protagonistas mujeres está limitada casi exclusivamente a autoras, todos los textos excepto uno, y los premios para libros con personajes principales femeninos fueron en su mayoría otorgados después del 2005, con la excepción de un libro publicado en 1992. Esto confirma que los personajes principales femeninos aparecen mayoritariamente en los últimos diez años en la narrativa infantil chilena.

Además, esta disparidad no solo se presenta en el género de los protagonistas de los libros, sino que también se encuentra en el de los autores premiados. Los libros escritos por hombres han ganado casi el doble de reconocimientos que los otorgados a libros escritos por mujeres; mientras que 19 de los libros ganadores fueron escritos por hombres, solo 10 fueron escritos por mujeres. De esta manera, y porque los autores masculinos tienden a crear protagonistas masculinos – y además tienden a ganas más premios –, las niñas están escasamente representadas en la literatura infantil chilena, especialmente en el período de 1990 al 2005.

La representación de la familia y los conflictos al interior de ella también fueron cuantificados en esta investigación. Siguiendo la pauta de Colomer (1998), se determinaron cuatro tipos de familia: tradicional, no tradicional, comunitaria e indeterminada.

El tipo de familia más representada es la tradicional, la cual aparece en 15 de los libros. En segundo lugar vienen las familias no tradicionales – donde solo un adulto se hace cargo del niño, sea este uno de los padres u otros familiar –, que están representadas en nueve de los textos. Las formas de vida comunales no son usualmente retratadas y aparecen solo en tres libros. Por último, solo hay dos historias en las cuales no se puede determinar la estructura familiar.

Estos resultados muestran que la imagen de la familia en la literatura infantil chilena es mayoritariamente conservadora, ya que el 75% de los libros retrata el ambiente cercano del protagonista como una familia tradicionalmente constituida, incluso aquellos textos donde esta estructura se rompe a causa de la muerte de uno de los padres. Debido a esto, los lectores no están expuestos a diferentes tipos de familias, con padres solteros, adoptivos o del mismo sexo, por ejemplo. El concepto de familia en los libros premiados durante los últimos 25 años es tradicional y específico.

En cuanto a las nuevas características que los libros puedan presentar, se buscaron trasgresiones a las normas literarias, es decir, la aparición de rasgos postmodernos – tales como narrativas múltiples, metaficción, parodia, entre otras (Thacker and Webb, 2002) – en las historias. De los 58 libros seleccionados en esta investigación, solo tres incluyen algún tipo de juego literario, todos publicados después del 2009. Esto demuestra que la inclusión de trasgresiones literarias en las narrativas infantiles no es un distintivo característico los libros infantiles chilenos que han ganado premios en este periodo.

El último tema a abordar son los desenlaces narrativos; se definieron cuatro tipo de finales: finales felices, positivos, abiertos y negativos. Los desenlaces felices fueron los más utilizados por los autores; 18 textos presentan finales resueltos, sin dejar situaciones inconclusas. Los finales positivos – en los que el protagonista puede o no resolver el conflicto, sin embargo, asume el problema – están presentes en siete historias. Los finales abiertos fueron utilizados en solo dos libros, ambos premiados el 2014, y los finales negativos también se encuentran en dos libros.

Contrario a las corrientes internacionales, en las cuales los finales felices son menos utilizados que antes (Meek, 1996, p. 7), en la literatura infantil chilena este tipo de desenlace continua siendo predominante. Esto contribuye a la idea que las narrativas tienden a ser más conservadoras, ya que no hay demasiada experimentación con el contenido ni con las formas narrativas de los textos.




Conclusiones

El creciente número de libros infantiles publicados en Chile ha posibilitado la aparición y el aumento de libros no tradicionales en la escena literaria del país. Un ejemplo de este crecimiento es la creación de nuevos premios y reconocimientos a narrativas en diferentes formatos, como historietas, novelas gráficas, poesía ilustrada y libros álbum, especialmente desde el año 2005. Los libros narrativos, de todas maneras, han sido los libros más premiados en los últimos 25 años, por esto fueron seleccionados para ser analizados en esta investigación.

Diversos temas fueron discutidos a lo largo del análisis, los cuales proveyeron información sobre las características de la literatura infantil chilena actual. Uno de los principales descubrimientos fue que los temas presentados por los libros son de naturaleza conservadora; por ejemplo, la representación de la familia está estrechamente ligada a una visión conservadora de la estructura familiar. Además, existe una exclusión de temas provocativos y trasgresores en la mayoría de los textos, y una escasez de finales abiertos, lo que revela una postura sobreprotectora hacia el lector.

Ciertamente, estos descubrimientos están limitados a los libros ganadores de premios de los últimos 25 años, y no representan una verdad absoluta sobre la totalidad de la literatura infantil chilena de este periodo. A partir de los resultados, sin embargo, se generan diversas dudas sobre la relación entre las elecciones de los niños y la de los adultos en cuanto los libros que prefieren leer, y sobre cómo los adultos definen los contenidos, experiencias y visiones de mundo que son adecuados para los jóvenes lectores.

Por ejemplo, a partir de los resultados de una encuesta de Fundación La Fuente (2013), se estableció que no existe una concordancia entre los géneros que los niños prefieren leer y los géneros de los libros premiados estos últimos 25 años. Esta diferencia - entre lo que los adultos eligen para los niños y lo que los niños prefieren leer - genera dudas sobre la selección de los libros y sobre la acogida de estos por parte de los lectores.

Finalmente, se plantean diversas áreas de la literatura infantil chilena que necesitan ser estudiadas profundamente. No solo existe una carencia de estudios históricos que puedan proveer información acerca de la imagen del niño y de la niñez que la literatura infantil ha transmitido en diversos momentos de la historia, sino que también necesitamos abordar cómo se representa a niños y niñas, los estereotipos de género, los modelos de estructura familiar y de cómo estos han ido cambiando de acorde a la vida moderna, los rasgos postmodernos y los nuevos formatos de los libros, y muchos otros tópicos aún no explorados.  

Referencias

Colomer, T. (1998). La formación del lector literario. Narrativa infantil y juvenil actual. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez.

Fundación La Fuente (2013). Esto no es un cuento. [Online] Available from: http://www.fundacionlafuente.cl/wp-content/uploads/2014/04/Estudio-Esto-no-es-un-cuento.pdf [Last accessed 19 May 2016]

Meek, M. (1996). “Introduction”. In Hunt, P. (ed.). International Companion Encyclopaedia of Children's Literature. London: Routledge.

Peña, M. (1982). Historia de la literatura infantil chilena. Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello. Available from: http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/mc0011016.pdf [Last accessed 18 February 2016]

Thacker, D. & Webb, J. (2002). ‘Playful subversion’. Introducing Children’s Literature. From Romanticism to Postmodernism. London: Routledge.

Yokota, J. (2011). ‘Awards in Literature for Children and Adolescents’. In: Wolf, S. (ed.). Handbook of Research on Children's and Young Adult Literature. New York: Routledge.



[1] Historia de la literatura infantil chilena.
[2] El libro desconocido nunca fue publicado.

viernes, 30 de septiembre de 2016

¿Qué relación hay entre los derechos humanos y la literatura infantil y juvenil?: Reflexiones desde México





Esta entrada es un puente entre la primera época de este blog, relacionada con el proyecto "Transformaciones lectoras" en México, y su nueva época que todavía está "en construcción". Coincidiendo con la "Semana de los libros prohibidos", en esta entrada Áurea reflexiona sobre la relación entre los derechos humanos, la censura y la literature infantil y juvenil en México.

Áurea Xaydé Esquivel Flores (México, 1987). Licenciada en Letras Hispánicas por la UNAM y estudiante de maestría en Letras Modernas por la Universidad Iberoamericana. Sus pasiones son la LIJ, la narrativa gráfica, la teoría literaria y la literatura comparada.


            En 2015, el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, a través del Área de Investigación Aplicada y Opinión, se dio a la tarea de sondear el conocimiento, nociones, actitudes y representaciones de los mexicanos sobre temas de interés social. Para ello, aplicó veinticinco encuestas diferentes a 1,200 personas de más de 15 años de edad en todo el país, ofreciéndonos un panorama a escala de lo que está sucediendo en un territorio de más de 112 millones 336 mil 538 habitantes (INEGI s.f.). Una de dichas encuestas gira en torno a los conceptos de infancia, adolescencia y juventud, sus condiciones de vida, posibilidades de desarrollo, exposición a la violencia, etc. Dicho estudio arroja resultados valiosísimos al tratar de entender y articular hipótesis en torno a la literatura infantil y juvenil (LIJ), su producción, valoración y distribución en tanto fenómeno social y cultural.

            El primer dato duro que nos interesa señalar para llevar a cabo un ejercicio de perspectiva se relaciona con el total de la población de la República Mexicana: hacia 2010, de 112 millones 336 mil 538 habitantes, 62 millones 222 mil 356 tenían de 0 a 29 años (Fuentes et al. 2015:37), es decir, más de la mitad de los mexicanos eran jóvenes. No obstante y sin entrar en pormenores sobre qué es ser “joven” en términos biológicos, psicológicos o jurídicos, esta condición conlleva una desventaja social debido a que restringe los derechos humanos que se le otorgan a este grupo, es decir, cuanto más joven sea el individuo, menos derechos se le reconocen. Por ejemplo:

·      Al preguntar qué derechos deberían tener los niños, sólo un 65.9% (de 1,200 encuestados, recordemos) admitió que deben tener los que dicta la ley. ¿Y el 34.1% restante? 26% dijo que sólo deben tener los derechos que sus padres quieran darles, 5.3% dijo que no tienen derechos porque son menores de edad y el 2.8% dio una respuesta diferente, no supo o no contestó[1] (45).

·      Al preguntar qué derechos deberían tener los adolescentes, los números no son mucho mejores, pues un 71.2% respondió que los que dicta la ley, mientras que 21.6% dijo que sólo los que sus padres les quieran dar, un 3.7% que no tienen derechos por ser menores de edad y el 3.5% dio una respuesta diferente, no supo o no contestó (46).

El problema, sin embargo, no se limita a los derechos, sino que se extiende al lugar que ocupan dentro de nuestra sociedad como sujetos políticos. En otra consulta, un 59.2% de los encuestados pensó que los niños deberían ser considerados ciudadanos, un 26.8% que no son ciudadanos, un 10.8% que son futuros ciudadanos y un 3.2% respondió algo distinto, no supo o no contestó (82).

Con estos datos en mente, las dinámicas culturales que rodean al libro dirigido al niño o al adolescente ejercidas exclusivamente por adultos revelan dimensiones semióticas del ejercicio del poder (Foucault 1999) que no solemos ver, en muchos casos, porque “hacemos lo que consideramos mejor para ellos”, en cuyo caso resulta apremiante reconocer que el “gusto por”, el “amor a” o la “obligación para con” no significa que haya intenciones de entender o dialogar con un Otro de manera horizontal; muchas veces, es todo lo contrario. Considerar que un niño no es acreedor por sí mismo a derechos humanos (que depende de la venia de otra persona “con la facultad para hacerlo”) equivale a negarle cualquier tipo de agencia sobre su propia vida, presente y futura, y lo reduce a propiedad del tutor ya sea que éste sea capaz o no, que le importe o no. Tan es así que muchos adultos reclaman con fiereza que nadie tiene por qué decirles cómo educar a sus hijos o que, bajo su techo, ellos pueden hacer lo que quieran (esto es algo que los mediadores de lectura escuchan con frecuencia y, a veces, repiten). Por ello, Fuentes Alcalá y compañía buscan desarrollar su análisis en torno a la naturaleza intrínseca de los derechos humanos (52-55): en el momento en que éstos son declarados y ratificados por la comunidad internacional, adquieren un carácter universal; es decir, en teoría están por encima de legislaciones nacionales, locales y, por supuesto, por encima de criterios arbitrarios particulares en el ámbito privado.



Así, la producción, valoración y distribución de libros para niños y jóvenes son prácticas que, en su actualización, confirman o confrontan la praxis según lo que dicta la ley  y viceversa, muestran los vacíos en la descripción y regulación de prácticas específicas en un logos articulado desde la abstracción: ¿qué tipo de libros se escriben en un lugar y un momento dados?, ¿de acuerdo con qué visión del destinatario?, ¿desde qué lugar de enunciación?, ¿quién los revisa, los edita o los distribuye?, ¿con qué propósitos?, ¿hay censura?, ¿quién censura, desde dónde, para qué?, ¿a qué niños y jóvenes les llegan qué libros?, ¿qué tanto se toma en cuenta las respuestas y reacciones de los jóvenes lectores para validar las cualidades de los productos culturales?, ¿en qué medida dichas respuestas no están ya condicionadas por un deber ser impuesto desde afuera?, ¿cómo influyen la clase socioeconómica y la etnia en el planteamiento y respuesta de cada una de las preguntas anteriores?... Nunca hay que olvidar la naturaleza política de nuestro quehacer.

En este sentido, trabajar la literatura infantil y juvenil desde cualquier frente tendría que implicar un ejercicio constante de reflexión epistemológica, no sólo alrededor de los conceptos de ‘literatura’, ‘libro’, ‘texto’, ‘niño’ o ‘joven’ sino también la propia ‘adultez’ a partir de la que analizamos todo lo demás y cómo estas últimas categorías se definen por oposición en un esquema vertical de superación o mejoramiento. No importa cuánto queramos estar “del lado de los niños”, nuestra condición de adultos nos vuelve partícipes y legitimadores de un sistema jerárquico que otorga autoridad y poder absolutos sobre ellos, un sistema articulado según devenires históricos diversos pero que, al final, opera de acuerdo con un mismo fundamento: apropiarse y moldear potencialidades. Porque a lo largo de la historia y en términos socioeconómicos con mejores o peores intenciones la niñez ha sido valorada en tanto potencia, en tanto que su condición plástica y enérgica les permite perpetuar, reformar o quebrantar líneas discursivas en las que nosotros, como adultos, ya estamos irremediablemente inmersos y en las cuales tenemos un tiempo limitado de acción. Ellos son nuestros herederos, quiéranlo o no.

Volvamos al principio: ¿qué relación tienen los derechos humanos con la literatura infantil y juvenil? No se trata de los derechos que podemos enseñar a través de los libros como contenido (y que suelen terminar como panfletos de palabras vacías), sino de los derechos que les reconocemos a los niños y jóvenes como sujetos singulares con voces propias, de nuestra disposición para ser interpelados por ellos y del cuestionamiento que estamos dispuestos a hacer de nuestros privilegios y nuestras concepciones sobre lo que son (o no son) esos Otros que nos dan esperanza, que nos aterran y que amenazan la aparente solidez de nuestros discursos.
  


BIBLIOGRAFÍA


Foucault, Michel 1999, Estrategias de poder, intr., trad. y ed. de Julia Varela y Fernando Álvarez Uría, Paidós, Barcelona.

Fuentes Alcalá, Mario Luis et al. 2015, Conocimientos, ideas y representaciones acerca de niños, adolescentes y jóvenes. ¿Cambio o continuidad? Encuesta Nacional de Niños, Adolescentes y Jóvenes, UNAM/Instituto de Investigaciones Jurídicas, México.

INEGI s.f., “Población. Volumen y crecimiento” en el portal oficial del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, disponible en: http://www3.inegi.org.mx/sistemas/temas/default.aspx?s=est&c=17484 [10 septiembre 2016].







[1] En el estudio se señala con alarma que estos resultados son muy similares a los de la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México (Enadis) realizada en 2010 (48-47).