Todos sabemos que la recepción lectora es un gran enigma, leer es una
actividad personal, una conexión tan
íntima con el texto que quienes deseamos saber sobre ella, sobre sus efectos,
sobre la huella que un mundo imaginario ha dejado en el lector tenemos que
aproximamos a partir de ciertos indicios físicos y respuestas verbales que nos
comparte en un acto de confianza o, dado el caso, en un examen escolar. En el
proyecto “Transformaciones lectoras” nosotras
no queríamos recurrir a ninguna prueba o examen, porque nuestro espacio se
había creado a partir del interés y de la libertad de participar, no había
calificación, no era un taller obligatorio, era un momento para estar con
personas que habían leído un mismo libro y que querían hablar de él, incluso
podíamos compartir las palomitas o los dulces en el caso de los chicos que ya
habían terminado su horario escolar y se quedaban para pasar un rato con
nosotras. Una de las cosas que más me impactó en las últimas sesiones era ver cómo los chicos habían
aprendido las pequeñas reglas internas de la convivencia y del diálogo, quienes
trabajan con adolescentes saben lo importante que es lograr esto, implica que
hemos ganado su respeto y que valoran estar ahí, en esa pequeña biblioteca, con
muchísimo calor, con un ruido exterior que seduce y encamina hacia el ocio en
el patio escolar, pese a todo, ellos estaban ahí, pasando la grabadora al
hablante el turno, atendiendo las indicaciones de Evelyn, siguiendo el debate,
ofreciendo respuestas, apropiándose del libro, haciéndolo suyo, parte de su
experiencia vital.
Tuvimos el acierto de ofrecer como última lectura el primer volumen de
las Memorias de Idhún. La Resistencia,
de la escritora española Laura Gallego García, una joven narradora que ha
causado sensación en su país y en América Latina, sobre todo por esta saga de
fantasía en la que crea el mundo paralelo de Idhún con sus seres mágicos. Ella
demuestra ser una buena demiurga porque como diría Tolkien logra hacer visible
su cosmos, logra la voluntaria suspensión de la incredulidad al convencernos de
la verdad de su arte en el que además de sus seres antropomorfos herederos de
diferentes mitologías, incluyendo la mesoamericana, construye un mundo que
“cuenta con mares, con el sol, la luna y el cielo; con la tierra y todo cuanto
ella contiene: árboles y pájaros, agua y piedra, vino y pan, y nosotros mismos,
los hombres mortales, cuando quedamos hechizados.” (Tolkien 19). No en vano
confiesa la autora que desde los quince años ha estado pensando y soñando con
ese lugar y con la larga historia que nos va a relatar y que comparte con
nosotros, sus lectores, para que la podamos revivir, actualizar, traer a
nuestra propia experiencia de vida a partir de su lectura.
Al principio con nuestro grupo de jóvenes hubo un poco de temor pues el
libro tiene más de quinientas páginas, pero atraídos por el brillo de los
puntos plateados de la portada y las imágenes de los seres fantásticos algunos
se lo devoraron y querían hablar de él después de la primera semana. La culpa
la tiene el ritmo dinámico de los sucesos y la seducción que ejerce la
historia. Todo comienza con Jack un chico de trece años que va veloz en su
bicicleta de regreso a casa pues tiene un mal presentimiento que fatalmente se
cumple, en unos poco minutos se queda sin familia, sin hogar, y está a punto de
morir, es rescatado por unos extraños que lo llevan a un lugar desconocido, una
especie de refugio para los miembros de la Resistencia, un grupo que está en
contra de los invasores del planeta Idhún y que trata de salvar a los exiliados
que han llegado a la Tierra. Todas y todos los chicos se podían poner
perfectamente en los zapatos de Jack, en sus propios contextos, sobre todo en
los de la ciudad donde la inseguridad es evidente y el peligro los acecha así
como a sus familias, por eso podían comprender la posibilidad de una violencia
gratuita, sin razón, que los podía dejar desprotegidos y sin hogar. Con ese
inicio, no había pierde, los chicos querían saber más.
Un elemento clave del género de Fantasía es su poder de evasión de la
realidad dominante, un poder que algunas personas critican y señalan como
peligroso, pero que muchas veces es necesario, nos hace falta y nos permite ver
en ese texto imaginario la representación simbólica de nuestras problemáticas
sociales y angustias humanas, así como nuestros anhelos y sueños. Ofrece, como
decía Tolkien, consuelo. Así, hubo lectores que mencionaron que este libro los
había llevado a olvidar sus problemas, a sumergirse en las aventuras de los
personajes que los habían hecho sufrir y reír. Una joven en especial, que
manejaba una postura defensiva todo el tiempo,
no quería admitir que había leído la novela, pero cuando hablamos de esta
evasión se dejó transportar, habló de sus propias reacciones y cuando se dio
cuenta de que todos la escuchábamos atentos e interesados, volvió a su antigua
postura con cierta agresividad, pero ya nos había revelado algo importante de
su proceso, los personajes: Victoria, Jack y Kirtash le importaban, su
triángulo amoroso, sus dudas, sus temores eran suyos también y por unas horas
había dejado atrás aquello de su vida que tanto le molestaba como la poca
estabilidad familiar, la soledad y el ambiente agresivo de su entorno.
En la secundaria rural fue un verdadero deleite hablar del libro,
quienes lo habían terminado se reunieron en un grupo aparte para no revelar el
final a los otros. Me volví una más de las apasionadas lectoras, hablamos de
las debilidades de carácter de Victoria, de la fortaleza de Jack, de la
humanidad oculta de Kirtash; los chicos recordaron escenas importantes,
revivieron las sensaciones de miedo y de coraje que les había provocado la
interacción de los protagonistas, así como las pruebas que iban pasando a lo
largo de la trama. Recordaban diálogos, momentos de crisis, se inclinaban hacia
el centro del círculo para enfatizar sus palabras, para no hablar fuerte y
perturbar a los demás, sus ojos brillantes, las sonrisas, su anhelo por el
siguiente volumen, por saber lo que pasará, lo que sigue. Así, la autora
concreta su más profundo anhelo, compartir un sueño, llevar a Idhún a nuevos
lectores ávidos de conocer a sus personajes, su geografía, su lenguaje original
y su historia gracias a la verdad del arte y a la capacidad creativa de la
artista.
Laura Guerrero
Bibliografía:
Tolkien, J.R.R.”Sobre los cuentos de hadas”. Árbol y
hoja, y el poema Mitopoeia. Intr. Christopher Tolkien. Barcelona:
Minotauro, 1994. Pp 11-100.
Gallego García, Laura. Memorias de
Idhún. La resistencia. Madrid: SM, 2005.