La novela gráfica es un género artístico muy actual que atrapa
la atención de lectores de todas las edades y en todos los países; una de sus
grandes riquezas es que apela al lector contemporáneo acostumbrado a la lectura
híbrida de imágenes y palabras por medio de una especial interpenetración, la
cual demanda una decodificación activa y creativa. Los contenidos de las
novelas gráficas responden a las condiciones sociales, políticas y artísticas de
nuestro mundo actual, hablan de nuestras problemáticas, de nuestras búsquedas y
deseos. Han dejado de lado el formato
simple y fácil, ahora se caracterizan por la complejidad en su construcción
estética y el lector debe estar dispuesto para realizar una aproximación lúdica,
subversiva e irreverente.
Ciertamente, cada receptor tiene una especial competencia
lectora que depende en gran medida de su repertorio de lecturas previas y de su
experiencia de vida, por lo que varía en cada individuo. Los jóvenes participantes en el proyecto, en
general, habían leído cómics y fotonovelas, formas populares de la narrativa
gráfica que favorecieron su comprensión de Justicia
divina, la novela gráfica de F.G. Haghenbeck (misma que ya reseñamos en las
primeras entradas de este blog). Asimismo, su experiencia de vida les permitió entender
las alusiones a algunas de las leyendas y personajes históricos que aparecen en
el texto. La presencia inmediata de imágenes fuertes y enigmaticas, creó una
primera impresión favorable y entusiasta que culminó en una lectura fluida y
gozosa, a pesar de la complejidad del formato de la obra y de su carácter
irónico, a veces sarcástico.
El refinamiento estético y discursivo de la novela gráfica,
tal como lo muestra Justicia divina, le
permite al lector interactuar a la vez con el código visual y el código
escrito. Este proceso implica interpretar y comprender la interdependencia
entre ambos y, aunque no se sea experto y no se esté plenamente consciente de
ello, se pueden apreciar los efectos estéticos de esta relación y entrar en la
dinámica que ésta requiere.
Partiendo de la noción de que la lectura es una interacción
entre el lector y el texto, nos interesaba especialmente explorar la manera en que
los lectores se deslizan de lo verbal a lo visual. En Justicia
divina la acción tiene varios saltos temporales, cambios de personajes y de
formatos por lo cual queríamos ver cómo se subvierten la formas tradicionales
de lectura. Por otro lado, nos preguntamos acerca de cómo la presencia de un
narrador intradiegético protagonista que introduce sus pensamientos a lo largo
de narración, podría favorecer la complicidad de lector.
Tomando en cuenta lo anterior, y para ir más allá de la
respuesta oral, quisimos crear una actividad que podría ayudar a entender las
formas en que un texto híbrido como Justicia
divina, es aprehendido por los jóvenes. Sin embargo, nos encontramos con
algunos aspectos que era importante considerar: por un lado, una actividad que
incluyese únicamente texto sería insuficiente pues dejaría de lado el valor
fundamental de la imagen en la novela gráfica. Por otro lado, un ejercicio
dedicado exclusivamente a la imagen, enfrentaría a los lectores a la posible
dificultad de dibujar y con ello, a limitar su capacidad expresiva. Por ello, decidimos
llevar cabo una actividad donde tanto la palabra como la imagen fuesen
herramientas de expresión.
Tomamos tres personajes, el Coco, la Llorona y el Monje Loco,
quienes habían sido motivo de gran interés y risa por parte de los lectores. En el apartado “Epílogo. El misterio de la revista (continuación)”, la historia de
estos personajes posee un final abierto que permite a los lectores especular
sobre su destino o incluso imaginar una narración independiente de la obra. Así
pues, montamos un escenario imaginario: un quiosco (que podría incluso estar
situado en una de las comunidades donde se encuentran las escuelas de los
alumnos) donde se llevaría a cabo la acción. El dibujo, impreso en tabloides,
permitiría colocar a los personajes, también previamente dibujados, en este
espacio y, una vez colocados, los jóvenes escribirían los diálogos y armarían
un escena creada por ellos.
Esta actividad les ofreció la oportunidad de interactuar de manera
creativa con el código visual y el código escrito y, sobre todo, desarrollar textos
alternativos producto de su imaginación a través del juego y el humor. La
mayoría de los participantes incluso agregó palabras “groseras” e
interjecciones divertidas, disfrutando de la oportunidad que el taller y la
lectura les ofrecía para subvertir el lenguaje formal de los textos escolares.
Una muestra de esta actividad es la escena creada por una de
las jóvenes participantes. En ésta aparece Víctor (dibujado y agregado por su propia
iniciativa) reunido con los espectros; en la escena, se remite al gusto de los
fantasmas por leer revistas y también al tema del miedo. Es interesante mencionar que la forma de
lectura propuesta por esta jóven no es la usual, ya que comienza con las
palabras de Víctor, a la extrema derecha y parece fluir hacia la izquierda,
para terminar con las palabras entusiasmadas del Monje Loco. Los tres espectros
están situados cerca el uno del otro y Victor se viene acercando a ellos. El
breve diálogo que mantienen los personajes, se presenta como la charla de un
grupo amigos que se apoyan entre sí, otorgándole a la narración de un carácter
afable y fraternal.
A través de esta actividad, los lectores reconstruyeron la
atmósfera de la obra y crearon su propia escena por medio del mismo lenguaje iconotextual
de la lectura. De esta manera, la experiencia creativa se transformó en una forma
de conocer. Este ejercicio nos permitió observar
que los lectores lograron activar su competencia
multimodal, es decir, la capacidad de seleccionar, activar, conectar e
interrelacionar habilidades, actitudes y conocimientos necesarios para la
recepción de un texto construido con diferentes códigos y medios y, por consiguiente,
para la elaboración de significados desde una perspectiva integradora para así efectuar
una lectura más profunda y enriquecedora.
Carolina González